“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros?, menciona el apóstol Pablo en su carta a los Corintios, con ello nos está diciendo que debemos cuidar las apariencias porque somos cartas leídas de los hombres en cuanto al mensaje del evangelio que predicamos.
Contrario a lo que muchos piensan, Dios no está esperando para propagar su mensaje y llegar al corazón de las personas a un ejército de cristianos “NN” escondidos tras el anonimato de la humildad y exhibiendo una fingida y falsa modestia pretendiendo con esa actitud “dar toda la gloria al Señor”. Dios si bien es cierto se merece toda la gloria en cada acto de la vida humana, también desea que seamos conocidos, que podamos desarrollar nuestros dones y capacidades en igualdad de condiciones como cualquier persona del mundo. En otras palabras Dios está interesado en que alcancemos la fama. Dios no es celoso, ni mucho menos, el se alegra y comparte la alegría de nuestros triunfos, está dándonos fuerzas cada día para alcanzar nuevos hitos y nuevas cimas sean derrotadas; El es, nuestro hincha numero uno en cada nueva conquista. Pero si bien es cierto, Dios nos apoya en medio de cada victoria, debemos tener la suficiente capacidad y claridad de reconocer que toda la gloria le pertenece. Ello significa vivir en comunión estrecha con El, en constante charla, sentándonos cada noche a la mesa del Padre y recibiendo la alimentación adecuada para nuestro crecimiento, ello para evitar que cada triunfo nos enceguezca sobremanera y perdamos la vista de lo que es correcto y nos desviemos haciéndonos inútiles y con el riesgo cierto de perder la unción que Dios nos ha provisto.
Por ello el flagelo del tabaquismo, que en muchos cristianos no es menor, es un problema que aleja, o mantiene alejados a muchos hijos de Dios de la mesa del Señor.
Dios al igual que cualquier padre que ama a sus hijos, quiere conversar con nosotros cada problema a fin buscarle un solución concreta y nosotros en vez de acercarnos a su mesa a alimentarnos de su comida, nos alejamos de El avergonzados.
Dios no es el que nos condena, es muchas veces nuestra propia conciencia la que nos atormenta, eso si ayudada convenientemente por “los dardo de fuego del maligno” que deslizan a nuestra mente acusaciones con el fin de hacernos sentirnos culpables aún antes de que Dios levante la más mínima una acusación contra nosotros.
La vida del cristiano se hace mas difícil de sobrellevar, y es sinónimo de ir de “tumbo en tumbo” en vez de ir “de victoria en victoria” por el problema de dar mayor oído al diablo que a lo que enseña la palabra. Ello porque no nos acercamos a la mesa del Señor alimentarnos adecuadamente aún en medio de nuestra soledad, Dios no nos niega el alimento, no nos castiga dejándonos sin comer como muchos creen, sino que está esperando para conversar con nosotros el problema que nos aqueja, El es principal interesado el ello, porque nos ama de verdad.
La próxima vez que te encuentres avergonzado porque te sientes atormentado al haber reincidido nuevamente en el pecado, no pienses en lo grave que este haya sido, porque para Dios todos los pecados son iguales, no cometas el error de no ir a la mesa, Dios el Padre espera amante recibirte para conversar con El ese problema, el te ama en la victoria, pero también te ama en la derrota y te dice que sigas adelante, solo de esa manera lograremos ir desarrollando en nosotros la capacidad y firmeza espiritual que necesitamos para alcanzar el tan ansiado “ir de triunfo en triunfo en Cristo Jesús”.
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