Antes bien creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A El sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad"

2°PEDRO 3:18

30.7.20





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29.6.20

El islam en la historia y la profecía


Raíces religiosas del conflicto en el Oriente Medio

El Islam, religión que cuenta con más de mil millones de adeptos y fuerza impulsora del conflicto en el Oriente Medio, es un misterio para muchos. ¿Cómo surgió esta religión que ahora registra un enorme auge? ¿Cómo influirá en los acontecimientos proféticos del tiempo del fin? ¿Y cuál será el destino de sus seguidores? Al acercarse el fin de la era y al acelerarse los acontecimientos profetizados, ¡es necesario que conozcamos la verdad sobre el islam!

En la ribera occidental del Jordán se reúnen manifestantes musulmanes repitiendo: Allah Akbar, que significa en árabe “Alá es el más grande” y piden a gritos la destrucción de la nación judía. En el monte del Templo en Jerusalén, lugar que es objeto de reverencia para musulmanes y judíos, los fieles que vienen a adorar peligran su vida víctimas del conflicto palestino-israelí. En el nombre del islam, militantes como fue Osama bin Laden traman atentados terroristas   contra la vida y propiedad de quienes no son musulmanes.
Salaam es la palabra árabe que significa “paz”. De salaam se deriva islam, el nombre de una religión que dice provenir de Abraham y que cuenta con más de mil millones de seguidores en el mundo. Sin embargo, dados los hechos de los últimos años en el Oriente Medio, el islam se asocia en la mente de muchos no con la paz, sino con la violencia. Aun así, el islam, la religión musulmana, sigue ganando adeptos en muchos países de tradición cristiana.
El crecimiento de esta religión es un fenómeno mundial. Entre más de siete mil millones de habitantes en el mundo, unos mil millones son partidarios del Islam. ¿Cuál será el destino de estas personas? Si son piadosas, ¿irán después de la muerte a un paraíso celestial como lo enseñan sus doctrinas? ¿Arderán eterna- mente en un infierno en llamas, como es el pensar de muchos que no son musulmanes? ¿O bien, tendrá Dios otro destino reservado para ellos? Esta religión, nacida en los desiertos de Arabia y difundida en los más lejanos rincones de la Tierra, ¿cumplirá algún papel dentro de los hechos profetizados para el tiempo del  fin?

Raíces árabes

Mahoma nació en la ciudad árabe de la Meca en el año 570 DC. Perdió a su madre a los seis años de edad y se crio con su tío, un próspero comerciante. Con él viajó a Siria por primera vez a la edad de doce años.  Antes de cumplir los veinte, Mahoma había visitado Damasco, Jerusalén, Alepo y otras ciudades de la región. A los 25 ya estaba casado con una viuda adinerada llamada Kadiya, 15 años mayor que él. Mientras el comercio de la Meca estaba dominado por los judíos ricos, la vida religiosa giraba en torno a un templo politeísta, la Kaaba, en el cual había una piedra negra, que, según la tradición local, Abraham había recibido de manos del ángel Gabriel. En la tribu Qurays, a la cual pertenecía Mahoma, unos se recopilaron en el libro que hoy se llama el Corán. Los musulmanes consideran que este libro es la palabra infalible de Dios.
En la tribu Qurays, a la cual pertenecía Mahoma, unos creían que Adán y Eva habían construido la Kaaba,   mientras  que otros lo atribuían a Abraham e Ismael. Por sus contactos con mercaderes judíos, Ma- homa pudo entender que el culto politeísta en la Kaaba sería inaceptable para Adán y Eva, lo mismo que para Abraham e Ismael. Luego de pasar seis meses en el monte Hira meditando en una cueva, Mahoma anunció en el año 610 DC que había recibido una revelación divina por intermedio del ángel Gabriel. Poco después comenzó a proclamar una nueva religión llamada Islam, que en árabe significa “sumisión”. Pero Mahoma debió afrontar la hostilidad de los idólatras de la Meca y de su propia tribu.
En el año 622 huyó con sus seguidores a Yatrib, la conquistó y a partir de entonces se denominó Medina, o sea ciudad del profeta. Allí Mahoma se preparó para conquistar La Meca. En el año 630 entró en esa ciudad junto con una gran cantidad de seguidores y la dominó. Durante todo ese tiempo Mahoma difundió su doctrina, una serie de revelaciones especiales que decía haber recibido del ángel Gabriel. Luego de su muerte en el año 632, esas revelaciones se recopilaron en el libro que hoy se llama el Corán. Los musulmanes consideran que este libro es la palabra infalible de Dios.
El islam se divide en varias ramas. Las dos más destacadas son la sunita y la chiita, que se distanciaron poco después de la muerte del fundador, a raíz de una disputa sobre el liderazgo. Las dos coinciden, sin embargo, en defender los cinco preceptos esenciales del Islam; a saber: la oración,  la limosna, el ayuno, la peregrinación a la Meca y la declaración de fe musulmana: “No hay Dios más que Alá y Mahoma es su profeta”.
Los musulmanes no beben alcohol. Tienen sus propias normas sobre las carnes limpias y no limpias. No comen carne de cerdo ni de animales carnívoros. Tampoco carne sacrificada a los ídolos. Sin embargo, la ley islámica considera limpios varios alimentos que la Biblia proscribe, como el camello. Los musulmanes guardan lo que ellos llaman “un día de reposo”, pero el suyo no es el día que indica la Biblia, sino el viernes.
La mayor parte de los musulmanes pertenecen a la corriente sunita, que toma como fuente orientadora del islam las palabras del Corán, suplementadas por los hádices, o dichos de Mahoma, y la saria, o ley islámica. En cambio, la escuela chiita mira también hacia la persona del Imán como cabeza espiritual de la fe. Con el correr de los años, sunitas y chiitas han desarrollado métodos de práctica y jurisprudencia islámica ligeramente distintos. Con todo, sus diferencias son menores que las divergencias entre católicos y protestantes; y estas dos tradiciones musulmanas no se consideran como sectas diferentes.
Sin embargo, la historia reciente nos señala que los altercados entre estos grupos pueden ser feroces. Pese a tales choques intrarreligiosos, las Sagradas Escrituras hablan de una confederación árabe musulmana en el futuro. El Salmo 83 señala cómo los adversarios de Israel alcanzarán al menos cierto grado de unidad en un futuro no muy lejano. En los versículos 3 a 8 del Salmo se citan por sus nombres antiguos los pueblos que se juntarán en una confederación contra Israel, las naciones árabes y musulmanas del Oriente Medio, apoyadas por elementos simpatizantes de Europa; ¡confederación que pretenderá borrar a Israel de la faz de la Tierra!
Desde hace tiempo en el Oriente Medio hay quienes claman por un frente unido contra Israel. “Los musulmanes se están uniendo contra Israel”, expresó un alto funcionario de Hamás, grupo radical musulmán que está gobernando en Palestina. “Nuestro pueblo no se dará por vencido ante la agresión israelí”, había declarado en una entrevista el extinto fundador de Hamás, el jeque Ahmed Yasín. El triunfo electoral de este grupo extremista como autoridad palestina y el nuevo presidente de Irán se inscriben en esta línea de pensamiento.

Influencia de judíos y cristianos

La Meca y Medina en tiempos de Mahoma eran ciudades cosmopolitas frecuentadas por mercaderes de distintas culturas y de lugares diversos. Viajando con su familiar comerciante, Mahoma tuvo contacto con judíos y con personas que   se decían cristianas. Estos encuentros fueron importantes en el desarrollo del islam.
Mahoma enseñó que el islamismo fue la religión de Abraham y que los judíos practicaban una forma corrupta de la religión verdadera. En un principio enseñaba que se debía orar mirando hacia Jerusalén, pero después que los judíos rechazaron su mensaje, Mahoma cambió la dirección para que oraran mirando hacia la Meca.
Muchos relatos del Corán son similares a los de la Biblia, pero con diferencias importantes. La mayoría de los judíos y cristianos recuerdan que Dios le pidió a Abraham el sacrificio de su hijo Isaac (ver Génesis 22), pero lo detuvo en el último instante cuando Abraham demostró su obediencia. En el Corán se encuentra el mismo relato, pero en una versión diferente (Sura 37:90-122). Los musulmanes creen que el joven ofrecido como sacrificio no fue Isaac sino Ismael.
Para entender esta variación y otras similares, debemos recordar que los árabes en tiempos de Mahoma entendían que ellos y los judíos eran pueblos semitas emparentados, ambos descendientes de Abraham. Los judíos descienden de Abraham por medio de Isaac, hijo de Sara; y los árabes por medio de Ismael, hijo de Agar. Las Sagradas Escrituras explican la relación entre estos dos hermanos: “En cuanto a Ismael, también te he oído; he aquí que le bendeciré, y le haré fructificar y multiplicar mucho en gran manera; doce príncipes engendrarán, y haré de él una gran nación. Mas yo estableceré mi pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene” (Génesis 17:20-21).
Dios hizo su pacto por medio de los descendientes de Isaac, si bien bendijo también a Ismael. La Biblia describe el temperamento de Ismael, y su parte dentro de un conflicto sostenido, de esta manera: “Él será hombre fiero; su mano será contra todos, y la mano de todos contra él, y delante de todos sus hermanos habitará” (Génesis 16:12). Los descendientes de Isaac e Ismael son hermanos, pero desde el principio estos pueblos han protagonizado una amarga rivalidad.

Los pueblos del Libro

El Corán llama a los judíos y cristianos “gente del Libro”, es decir, pueblos a los que Dios les dio sus Sagradas Escrituras. Esta designación viene acompañada de cierto respeto. Por ejemplo, el Corán dice: “No discutas con la gente del Libro sino de la mejor manera” (Sura 29:46). Pero al mismo tiempo asevera que los judíos: “Targiversaron las palabras” [de la Torá] (Sura 5:13) del libro que Dios les dio, conocido como el Antiguo Testamento.
En contraste con lo anterior, el apóstol Pablo escribió: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16). Cuando Pablo escribió estas palabras, las “Escrituras” eran el Antiguo Testamento, los libros que citaba Jesucristo en sus enseñanzas. Sabemos que la Escritura no puede ser quebrantada (ver Juan 10:35). Por lo tanto, rechazar el Antiguo Testamento como lo hacen los musulmanes, es rechazar a Jesucristo.
Para el siglo séptimo, muchos que se consideraban a sí mismos cristianos, se habían alejado de las enseñanzas de Jesucristo y los apóstoles. Mahoma conoció a muchos que decían creer en una trinidad y a otros que veneraban a la madre de Jesús, María, como: “la madre de Dios”. El Corán ataca estas doctrinas de un modo curioso, al proclamar un estricto monoteísmo rechaza el concepto de que María sea miembro de la trinidad (Sura 5:114-116). Esto es extraño ¡porque ni siquiera las denominaciones cristianas que veneran a María, como la “madre de Dios”, la han incluido dentro de la trinidad!
Si el Corán fuera un libro de inspiración divina, ¿atacaría acaso una convicción que nunca existió? Es de sospechar, más bien, que estos pasajes reflejan el rechazo humano de Mahoma a las devociones marianas excesivas, que se habían infiltrado en la cristiandad y que él conoció en sus encuentros con mercaderes que pasaban por aquella ciudad cosmopolita donde creció.
Los musulmanes veneran a Jesús como un gran profeta, pero no consideran que sea Dios. Mahoma enseñó que Jesús no fue crucificado sino transportado al Cielo y que apareció un sustituto para morir en su lugar (Sura 4:156-157). Esta enseñanza tiene un gran parecido con ciertas enseñanzas gnósticas que Mahoma también conoció en sus viajes. El Corán afirma que Cristo nació de una virgen, pero al hacerlo parece confundir las identidades de Miriam, hermana de Moisés, y de María, madre de Jesús. En la Sura 19:26-27 señala a la madre de Cristo como la “hermana de Aarón”, expresión que en el resto del Corán se refiere a Miriam. En respuesta, los musulmanes dicen que “hermana de Aarón” es un término genérico que significa “mujer virtuosa”, pero esa expresión no se usa con ese sentido en ningún otro pasaje del Corán.
Para reconciliar tantas contradicciones, los musulmanes enseñan que alguna vez existió un relato evangélico llamado el Injil, el cual corroboraba las versiones musulmanas de la vida de Jesús. Aseguran que este Injil se perdió o se suprimió. El argumento es difícil de defender a la luz de la arqueología bíblica, pues se han encontrado manuscritos de los Evangelios más antiguos, fechados pocos decenios después de la vida de Jesús, que desmienten las enseñanzas del islamismo. En cuanto   al hipotético Injil, jamás se ha hecho algún hallazgo.

La yihad y el más allá

En tiempos de Jesucristo, los judíos tenían diferentes ideas respecto del más allá. Por ejemplo, los saduceos entendían que el hombre simplemente deja de existir cuando muere. Pero aun en tiempos de Jesús, muchos judíos ya habían recibido influencias helenistas y orientales, y con ellas el concepto del alma inmortal. Creían que las almas siguen viviendo en forma incorpórea después de la muerte, ya sea en un cielo lleno de placeres, en la penumbra del seol o en un infierno en llamas.
Para el siglo séptimo, Mahoma estaba rodeado de gente que enseñaba la doctrina del alma inmortal. Fue esta doctrina, y no la doctrina bíblica correcta, la que se abrió paso dentro del islamismo. Según el Corán, después de la muerte el alma de los justos disfrutará para siempre de todo aquello que desee (Sura 21:98- 101). El alma: “Estará en   una vida satisfactoria. En un jardín elevado cuyos frutos estarán próximos” (Sura 69:20-22).
En cambio, el alma de los malos será lanzada a un infierno de llamas eternas donde su tormento no cesará jamás: “Es cierto que los que hayan hecho el mal serán inmortales en el castigo de Yahannam [tormento eterno]. No se les aliviará ni tendrán allí esperanza” (Sura 43:74-75). Más aún: “A los que se hayan negado a creer en nuestros signos [revelaciones], los arrojaremos a un fuego, y cada vez que les queme la piel, se la cambiaremos por otra, para que prueben el castigo” (Sura 4:55). Nota: Las citas del Corán fueron tomadas de la traducción de Abdel Ghani Melara Navio.
La teología islámica también comprende el concepto de yihad, o lucha, y enseña que quienes tengan éxito en la yihad, y la vida entreguen a ella, recibirán los premios más excelsos que el Cielo ofrece. En la mayoría de las circunstancias, se entiende por yihad la lucha por llevar una vida de rectitud. Un buen sinónimo sería “superación”. Pero en el contexto de la guerra, yihad encierra implicaciones sombrías. Los musulmanes han llegado a creer que, si mueren en el campo de batalla difundiendo el islamismo, se aseguran una salvación gloriosa. Muchos musulmanes denuncian esta interpretación militarista de la yihad, pero aun así sigue siendo una fuerza poderosa en el mundo islámico; un instrumento aprovechado por los dirigentes para explotar las pasiones nacionalistas de sus pueblos.
Los musulmanes reconocen que ellos solos no van a crear un mundo de rectitud y justicia. En especial, dentro de la tradición chiita del islam, se espera a un justo o Mahdí, quien vendrá al final de los tiempos. Hay quienes piensan que ese Mahdí será Jesucristo. La mayoría piensa que Jesús descenderá del Cielo después del Mahdí, para juzgar a las naciones y poner fin a las enseñanzas falsas.
¡Sí! ¡Los musulmanes esperan el regreso de Jesús! Pero el Jesús que ellos esperan no es el verdadero Jesucristo de la Biblia. Un Cristo falso que aparezca poco antes del regreso del Jesucristo verdadero, podría valerse de las profecías islámicas para influir en los musulmanes, y ganarse a centenares de millones de adeptos (ver Mateo 24:4-5).

¿Qué les traerá el futuro a los musulmanes?

En una época en la cual muchos que se declaran cristianos han abandonado los principios y prácticas enseñadas por Jesucristo, quizá parezca que los musulmanes devotos son más piadosos, en muchos aspectos de su conducta, que muchos que se dicen cristianos. La oración, el ayuno y la caridad son partes integrales de la vida musulmana. Los musulmanes piadosos buscan fervorosamente superar su naturaleza de pecado.
Sin embargo, por muchas que sean sus “buenas obras”, los musulmanes se hallan en un dilema. Los verdaderos cristianos que aceptan el sacrificio de Jesucristo y dejan que viva su vida en ellos (Gálatas 2:20), pueden producir buenas obras entregándose a su Salvador viviente. Sin Cristo, los musulmanes luchan en vano contra las tendencias de la carne. Pero cuando Jesucristo regrese, quienes hoy son musulmanes, tendrán su oportunidad de aceptar como Salvador al verdadero Jesucristo.

¿Cuál es el pacto que hizo Dios con el mundo árabe?

Lo leemos claramente en el libro de Génesis capitulo16, allí Sara es estéril, la cual lleva a su criada Agar a Abraham y Sara misma consiente en tener un hijo de Agar. Cuando Agar concibe. Sara se vuelve celosa y pide a su esposo Abraham la eche de su casa, entonces Agar se va a vagar errante por el desierto del Neguev. Allí esperando un hijo, un ángel se le apareció y le habló diciéndole, que Dios haría de su hijo Ismael una gran nación. El ángel le pidió que regresara con su ama y le obedeciera . En Genesis 17 el pequeño Ismael ya tiene trece años y Dios hace un pacto con Abraham y le promete un hijo a Sara, pero Dios también escucha el clamor de Abraham por su hijo Ismael y Dios le promete que haría de Ismael un gran pueblo, que lo multiplicaría en gran manera y que sería el padre de doce príncipes y de una gran nación.
En Genesis 21 nace Isaac, cuyo nombre significa “risa”, ya que Ismael se rio del niño por lo cual de nuevo Agar es echada al desierto, donde nuevamente Dios le recordó el pacto que le había hecho antes (Gen 21:17-21)
En Genesis 25 encontramos a Isaac e Ismael juntos enterrando a su padre Abraham. Aquí Ismael ya es el padre de doce hijos, al igual que Jacob que tuvo 12 hijos. Ismael es también el padre de una hija la que se casó con Esaú (Gen 36:3) y así se puso el fundamento del pueblo árabe como lo conocemos hoy. Dios está hoy recordando su promesa a Ismael. Estamos comenzando a ver algunas señales de eso al acercarse los días del regreso de Jesucristo Al mirar a Arabia Saudita, la cual era una tierra desolada y estéril, y a la vez está justo detrás de nosotros en una riqueza inimaginable. ¿Quién puso allí todo ese petróleo? Miles de barriles están en esa tierra. Fue Dios quien los colocó allí y es parte de la bendición de Dios en su pacto con Ismael.
Pero: ¿Se odiarán para siempre estos primos y lucharán siempre el uno contra el otro? ¿Durará para siempre el hecho de que el mundo occidental este en medio intentando lograr la paz?
Zacarias alza la voz y profetiza: acerca del glorioso reino futuro de nuestro Salvador, Israel estará en él y será parte de él, (Zac 12:14). Viene un tiempo en que el Señor Jehová, el Mesías, se aparecerá a la nación de Israel. Ellos regresarán a su tierra cuando Cristo aparezca. Después se cumplirá “y luego todo Israel será salvo “ Romanos 11:26
Pero, hay otros que también serán salvos, Isaías cap 19:20-21
 “Y será por señal y por testimonio a Jehová de los ejércitos en la tierra de Egipto; porque clamarán a Jehová a causa de sus opresores, y él les enviará salvador y príncipe que los libre. Y Jehová será conocido de Egipto, y los de Egipto conocerán a Jehová en aquel día, y harán sacrificio y oblación; y harán votos a Jehová, y los cumplirán. Y herirá Jehová a Egipto; herirá y sanará, y se convertirán a Jehová, y les será clemente y los sanará. En aquel tiempo habrá una calzada de Egipto a Asiria, y asirios entrarán en Egipto, y egipcios en Asiria; y los egipcios servirán con los asirios a Jehová”.
Que gloriosa profecía, Cristo incluirá en su reino también a los hijos de Ismael, el mundo árabe. Pues también Dios tiene un propósito y un diseño para ellos.
Jesucristo ciertamente va a regresar, pero no como esperan los musulmanes, sino como “Rey de reyes y Señor de señores” (Apocalipsis 19:16). Entonces, los musulmanes verán que los ideales y principios que trataron de mantener se cumplen a la perfección, no por las leyes islámicas ideadas por hombres, sino por la ley dada por Dios en su Palabra en la persona de Jesucristo.


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28.6.20

Un salmo en la epidemia: la confianza triunfa sobre el miedo

El Salmo 91 ha infundido aliento y paz a millones de creyentes en el fuego de la prueba. Su mensaje es muy relevante a nuestra situación actual de epidemia.
El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: «Esperanza mía y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré.»
El Salmo 91, también llamado el “Himno triunfal de la confianza”, es una joya. Ha infundido aliento y paz a millones de creyentes en el fuego de la prueba. Según algunos comentaristas fue escrito en medio de una epidemia de peste (2 Samuel 24:13). Podrían ser circunstancias similares a las que estamos viviendo hoy. Su mensaje, por tanto, es muy relevante a nuestra situación actual de epidemia.
Vivimos días de ansiedad e incertidumbre. El mundo entero está con miedo. De pronto hemos tomado conciencia de la fragilidad de la vida. ¿Qué pasará mañana? La fortaleza en la que el hombre contemporáneo se creía seguro se ha tornado debilidad, hay grietas en la roca y nos sentimos vulnerables. La gente busca un mensaje de serenidad y tranquilidad. ¿Dónde encontrarlo?
El mensaje del salmo 91 se resume en una frase: la confianza triunfa sobre el miedo. El salmista nos presenta tres frases clave que resumen el “trayecto” dese la ansiedad-miedo hasta la confianza:
· “Mi Dios”: lo que Dios es para mí
· “Él te librará”: lo que Dios hace por mí
· “Confiaré”: mi respuesta
1. “Mi Dios”: el carácter de Dios
El salmo empieza con una deslumbrante descripción del carácter de Dios. Hasta cuatro nombres distintos se mencionan en los dos versículos iniciales para explicar quién y cómo es Dios. ¡Formidable pórtico de entrada a la confianza! Para el salmista, Dios es el Altísimo, el Todopoderoso, el Señor (Yahweh) y el Dios Sublime.
La conciencia de la grandeza de Dios es el cimiento de nuestra confianza. Podríamos parafrasear el refrán y afirmar “dime cómo es tu Dios y te diré cómo es tu confianza”. En la hora del temor el primer paso es alzar los ojos al cielo, mirar a Dios y contemplar su grandeza y su soberanía. Al hacerlo, el salmista experimenta que Dios es su Abrigo, su Sombra, su Esperanza y su Castillo. El retrato de Dios en “cuatro dimensiones” conlleva una bendición cuádruple. Conocer cómo es Dios realmente es un paso imprescindible en el trayecto hacia la confianza.
Notemos, sin embargo que el salmista se refiere a Él como MI Dios. Esta pequeña palabra “mi” nos abre una perspectiva singular y cambia muchas cosas: el Dios del salmista es un Dios personal, cercano, que Interviene en su vida y se preocupa por sus temores y necesidades. Estamos ante uno de los rasgos más distintivos de la fe cristiana: Dios no es sólo el Todopoderoso, el creador del Universo, sino también el Padre íntimo, el Abba (“papá”) que me ama y me guarda (Gal. 4:6). Éste es nuestro gran privilegio: Dios nos trata como un padre a su hijo porque en Cristo somos hechos hijos adoptivos de Dios. El salmista describe esta vivencia con una preciosa metáfora:
“Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro” (v. 4)
2. “Él te librará”: la providencia de Dios
Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora, escudo y protección es su verdad. No temerás…ni a la pestilencia que ande en la oscuridad, ni a mortandad que en medio del día destruya…. No te sobrevendrá mal ni plaga tocará tu morada” (v. 3-6,10).
Llegamos al corazón del salmo: la protección de Dios en la práctica. La conciencia de la grandeza de Dios ha de ir acompañada de la conciencia de la providencia de Dios. Estamos ante un punto crucial, decisivo en la experiencia de fe. Si lo entendemos bien, será una fuente insuperable de paz y serenidad, pero si lo malinterpretamos podemos caer en errores y extremismos, o sentirnos frustrados con Dios.
La manipulación del diablo. Es muy significativo que el diablo tentó a Jesús (Mt. 4: 6, Lc.4) con una doble cita de este salmo: “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden… En las manos te llevarán para que tu pie no tropiece en piedra.” (v.11-12). Usar mal las promesas de la protección divina es una tentación vigente hoy. ¡Cuidado con la súper espiritualidad y la súper fe! Puede ser una forma de tentar a Dios como nos enseña la contundente respuesta de Jesús a Satanás: “No tentarás al Señor tu Dios” (Mt. 4:7). Confiar en Dios no nos exime de actuar de forma responsable y sabia.
Dicho esto, no podemos minimizar la potente acción protectora de Dios sobre los que en Él confían:
«Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; lo pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. Me invocará y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia, lo libraré y lo glorificaré” (v. 14-15).
¿Una póliza a todo riesgo? “La palabra clave es “librar”. ¿Qué significa “Dios te librará”? La misma expresión se aplica a José -“Dios le libró de todas sus tribulaciones” (Hc. 7:10), y sin embargo el patriarca tuvo que pasar por muchos valles de sombra y de muerte. Dios no le evitó la prueba, pero le rescató de ella. Como dijo Spurgeon, “es imposible que ningún mal acontezca a los que son amados por Dios”. La fe no garantiza la ausencia de la prueba, pero sí la victoria sobre la prueba. El apóstol Pablo desarrolla esta idea de forma majestuosa en el cántico de Romanos 8:28-39: “en todas estas cosas (pruebas) somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó, Cristo”.
Así pues, la fe en Cristo no es una vacuna contra todo mal, sino una garantía de total seguridad, la seguridad de que “si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? (Rom. 8:31). Este salmo no es una promesa de completa inmunidad, sino una declaración de plena confianza. Confianza en la protección de Dios expresada de tres maneras.
La triple “C” de la protección de Dios. En toda situación de prueba,
· Dios conoce
· Dios controla
· Dios cuida (de mí)
En la vida de los hijos de Dios nada ocurre sin su conocimiento y su consentimiento. El azar no existe en la vida del creyente. La providencia majestuosa del Dios personal resplandece en los momentos más oscuros: “Caerán a tu lado mil y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegarán”. Nada sucede si Él no lo permite, como vemos tan vívidamente en la experiencia de Job. Esta promesa viene ratificada por el Señor Jesús mismo:
¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos” (Mateo 6:15-16, Lucas 12:6-7).
3. Mi respuesta: “Confiaré”
Después de contemplar el carácter de Dios -lo que Él es para mí- y su providencia -lo que Él hace en mi vida - el salmista exclama con firmeza: “Mi Dios en quien confiaré”.
Es una secuencia lógica. La confianza es la respuesta a unas evidencias. El salmista ha conocido a Dios de forma personal, íntima -“por cuanto ha conocido mi nombre” (v. 14). Tal conocimiento le lleva a enamorarse de Él -“en mí ha puesto su amor” (v.14) y se establece una relación estrecha. Ahí tenemos, por cierto, el meollo de la fe cristiana: es la confianza que nace de una relación de amor, la certeza de que el amado no me va a fallar porque “Él (Dios) es fiel”.
Nuestra vida no está a merced de un virus, sino en manos del Dios todopoderoso. Ahí radica la certidumbre de nuestra fe y el cimiento de la confianza que vence todo temor. No hay lugar para el triunfalismo, pero ciertamente hay triunfo. Es el triunfo que Cristo nos aseguró con su victoria sobre el mal y el maligno en la Cruz. Es el mismo Cristo cuyas últimas palabras fueron:
“Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20)
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Mente y corazón - Un salmo en la epidemia: la confianza triunfa sobre el miedo

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Los extraños acontecimientos de la destrucción de Jerusalén en el año 70


La situación de Jerusalén empeoraba cada día, pues los rebeldes se excitaban aún más a causa de las desgracias, y el hambre hacía presa también en ellos después de haberlo hecho en el pueblo. El número de cadáveres que se amontonaban a lo largo de la ciudad presentaba una horrible visión y desprendía un olor pestilente que impedía las incursiones de los combatientes. Pues, en efecto, era preciso que ellos, que avanzaban por un campo de batalla lleno de innumerables muertos, pisotearan sus cuerpos. Sin embargo, pasaban por encima de ellos sin miedo, sin compadecerse y sin tener como un mal augurio para sí mismos el ultraje hecho a los muertos. Con sus manos llenas de sangre de compatriotas salían a luchar contra gente extranjera y, según me parece, echaban en cara a Dios su lentitud en castigar a sus enemigos, pues ahora la guerra no cobraba fuerza por la expectativa de una victoria, sino por la desesperación de salvarse. Por su parte los romanos levantaron los terraplenes en veintiún días.  Talaron todo el territorio que rodea la ciudad en una extensión de noventa estadios. La visión de esta zona era digna de lástima, ya que los terrenos que antes estaban embellecidos con árboles y jardines se hallaban ahora abandonados y sin vegetación en ningún sitio. Ningún extranjero que hubiera visto la Judea de antaño y los hermosísimos arrabales de la ciudad, al contemplar entonces su desolación, podría estar sin lamentarse y sin llorar por el cambio tan grande que en ella se había producido. La guerra había acabado con todas las señales de la belleza de antes y, si uno de los que conocía el lugar regresara de pronto, no lo reconocería, sino que buscaría la ciudad, a pesar de estar al lado de ella.
Cayó un gran número de los que en la ciudad estaban siendo víctimas del hambre; las desgracias que pasaron son indescriptibles. En efecto, en cada casa, si aparecía aunque fuera una sombra de comida, surgía una lucha y los que tanto se querían llegaban a las manos y se quitaban unos a otros las míseras provisiones que tenían para vivir. Ni siquiera se fiaban de que los muertos no tuvieran ningún alimento, sino que los bandidos registraban incluso a los que estaban falleciendo, por si alguno fingía que se moría, mientras se guardaba algo de comida entre los plieges de su ropa. Estos individuos, con la boca abierta por el hambre, igual que perros rabiosos, iban dando tumbos de un sitio para otro. Cuando pasaban por delante, se daban contra las puertas, como borrachos, y, al no poder hacer otra cosa, entraban dos o tres veces en las mismas casas en una hora.
La necesidad les hacía llevar de todo a sus dientes; recogían y se conformaban con comer lo que ni siquiera se daba a los más inmundos y mostrencos animales. Al final no se abstuvieron ni de cinturones ni de sandalias, sino que arrancaron la piel de sus escudos y la masticaron. Algunos también llegaron a comer pequeñas porciones de heno viejo y ciertos individuos vendían una mínima cantidad de estas migajas por cuatro dracmas áticos. ¿Qué necesidad hay de hablar de la desvergüenza del hambre que lleva a comer productos no comestibles?
Una mujer de las que habitaban al otro lado del Jordán, llamada María, hija de Eleazar, de la aldea de Betezuba, ilustre por nacimiento y por sus riquezas, se refugió en Jerusalén con el resto de la población y allí sufrió el asedio. Los rebeldes quitaron a esta mujer los bienes que ella había traído desde la Perea y había introducido en la ciudad, y los esbirros de aquéllos, en sus incursiones diarias, le arrebataron el resto de los objetos preciados que le quedaban y algo de alimento que se había procurado. Una tremenda indignación se apoderó de la pobre mujer, y con insultos y maldiciones provocaba muchas veces contra sí misma a los ladrones. Pero como ninguno de ellos ni por cólera ni por piedad la mataba, y ella estaba cansada de buscar algo de comer para los demás y era imposible hallarlo ya en ningún sitio, y como el hambre se iba adueñando de sus vísceras y de su médula y su furor ardía más que el hambre, entonces tomó por consejera a la ira, además de a la necesidad, y cometió un acto contrario a la naturaleza. Cogió a su hijo, que aún era un niño de pecho, y dijo: «Desgraciada criatura, ¿para qué te mantengo vivo en medio de la guerra, del hambre y de la sedición? Si vivimos para entonces, los romanos nos esclavizarán, pero el hambre llega antes que la esclavitud y los rebeldes son peor que lo uno y lo otro. Vamos, sé tú mi alimento, un espíritu vengador para los sediciosos y una leyenda para la humanidad, la única que faltaba entre las desgracias judías». Mientras decía esto mató a su hijo, luego lo asó, se comió la mitad y el resto lo guardó escondido.
Mientras ardía el Templo, tuvo lugar por parte de los romanos el saqueo de todo lo que se encontraban y una incontable matanza de todo aquel con quien se topaban, pues no hubo compasión por la edad ni respeto por la dignidad, sino que fueron degollados, sin distinción, niños, ancianos, laicos y sacerdotes. La guerra arrastraba a todo tipo de gente, tanto a los que suplicaban como a los que luchaban. Las llamas, que se extendían con intensidad, producían un fragor que se unía con los gemidos de los que caían.
Los soldados llegaron al pórtico que quedaba del Templo exterior. En el se habían refugiado mujeres, niños y una masa de seis mil personas de todo tipo de gente del pueblo. Antes de que César tomase alguna decisión sobre ellos o diese alguna orden a sus oficiales al respecto, los soldados, arrastrados por su furor, hicieron arder el pórtico por debajo. De esta forma sucedió que perecieron tanto los judíos que se arrojaron para librarse de las llamas, como los que ardieron en ellas. No se salvó ninguno de ellos. El culpable de su destrucción fue un falso profeta que aquel día había proclamado públicamente a la gente de la ciudad que Dios les mandaba subir al Templo para recibir allí las señales de su salvación.
En aquel momento muchos profetas habían sido sobornados por parte de los rebeldes para que instaran al pueblo a esperar la ayuda de Dios, pues así serían menos las deserciones y aumentarían las esperanzas de individuos que habían superado ya el miedo y las precauciones. Porque, en efecto, un hombre enseguida se deja convencer en las adversidades. Cuando un falso profeta le promete el final de sus desdichas, entonces el que las sufre se entrega todo él a la esperanza.
Falsos profetas
En aquel entonces engañaron al pueblo personajes embusteros y que falsamente te decían hablar en nombre de Dios. No prestaron atención ni creyeron en las señales evidentes que anunciaban la futura destrucción, sino que no entendían las advertencias de Dios, como si hubiera caído un rayo sobre ellos y carecieran de ojos y de espíritu. Fue entonces cuando sobre la ciudad apareció un astro, muy parecido a una espada, y un cometa que permaneció allí durante un año. Esto también había tenido lugar antes de la revuelta y de que se iniciaran las actividades bélicas, cuando, reunido el pueblo para la fiesta de los Ácimos, el día ocho del mes de Jántico, en la hora nona de la noche brilló durante media hora una luz en el altar y en el Templo con tanta intensidad que parecía un día claro. Para los no entendidos esto era una buena señal, mientras que los escribas sagrados lo interpretaron de acuerdo con los acontecimientos inmediatamente posteriores.
Por otra parte, en la misma fiesta, una vaca, que era llevada al sacrificio, parió un cordero en medio del Templo. A la sexta hora de la noche se abrió ella sola la puerta oriental del Templo exterior, que era de bronce y tan pesada que por la tarde a duras penas podían cerrarla veinte hombres.  De nuevo a los ignorantes esta señal les pareció muy favorable, pues para ellos era Dios el que les había abierto la puerta de los bienes. Sin embargo, los entendidos pensaron que la seguridad del Templo se había venido abajo por sí misma y que la puerta se abría como un regalo para los enemigos, y así entre ellos interpretaron la señal como un indicio evidente de destrucción.
Después de la fiesta, no muchos días más tarde, el veintiuno del mes de Artemisio, se vio una aparición sobrenatural mayor de lo que se podría creer. Creo que lo que voy a narrar parecería una fábula, si no lo contaran los que lo han visto con sus ojos y no estuvieran en consonancia con estas señales las desgracias que acaecieron después. Antes de la puesta de sol se vieron por los aires de todo el país carros y escuadrones de soldados armados que corrían por las nubes y rodeaban las ciudades. Además, en la fiesta llamada de Pentecostés los sacerdotes entraron por la noche en el Templo interior, como tienen por costumbre para celebrar el culto, y dijeron haber sentido en primer lugar una sacudida y un ruido, y luego la voz de una muchedumbre que decía: «Marchémonos de aquí».
Pero más terrible aún que esto fue lo siguiente: un tal Jesús, hijo de Ananías, un campesino de clase humilde, cuatro años antes de la guerra, cuando la ciudad se hallaba en una paz y prosperidad importante, vino a la fiesta, en la que todos acostumbran a levantar tiendas en honor de Dios, y de pronto se puso a gritar en el Templo: «Voz de Oriente, voz de Occidente, voz de los cuatro vientos, voz que va contra Jerusalén y contra el Templo, voz contra los recién casados y contra las recién casadas, voz contra todo el pueblo». Iba por todas las calles vociferando estas palabras de día y de noche. Algunos ciudadanos notables se irritaron ante estos malos augurios, apresaron a Jesús y le dieron en castigo muchos golpes. Pero él, sin decir nada en su propio favor y sin hacer ninguna petición en privado a los que le atormentaban, seguía dando los mismos gritos que antes. Las autoridades judías, al pensar que la actuación de este hombre tenía un origen sobrenatural, lo que realmente así era, lo condujeron ante el gobernador romano. Allí, despellejado a latigazos hasta los huesos, no hizo ninguna súplica ni lloró, sino que a cada golpe respondía con la voz más luctuosa que podía: «¡Ay de ti Jerusalén!». Cuando Albino, que era el gobernador, le preguntó quién era, de dónde venía y por qué gritaba aquellas palabras, el individuo no dio ningún tipo de respuesta, sino que no dejó de emitir su lamento sobre la ciudad, hasta que Albino juzgó que estaba loco y lo dejó libre. Antes de llegar el momento de la guerra Jesús no se acercó a ninguno de los ciudadanos ni se le vio hablar con nadie, sino que cada día, como si practicara una oración, emitía su queja: «¡Ay de ti Jerusalén!». No maldecía a los que le golpeaban diariamente ni bendecía a los que le daban de comer: a todos les daba en respuesta el funesto presagio. Gritaba en especial durante las fiestas. Después de repetir esto durante siete años y cinco meses, no perdió su voz ni se cansó. Finalmente, cuando la ciudad fue sitiada, vio el cumplimiento de su augurio y cesó en sus lamentos. Pues, cuando se hallaba haciendo un recorrido por la muralla, gritó con una voz penetrante: «¡Ay de ti, de nuevo, ciudad, pueblo y Templo!». Y para acabar añadió: «¡Ay también de mí!», en el momento en que una piedra, lanzada por una balista, le golpeó y al punto lo mató. Así entregó su alma, mientras aún emitía aquellos presagios.
Si uno reflexiona sobre estos hechos, se dará cuenta de que Dios se preocupa de los hombres y de que él anuncia a su raza de todas las formas posibles los medios de salvación, y que, sin embargo, ellos perecen por su demencia y por la elección personal de sus propias desgracias.
Algunos de los signos los interpretaron a su gusto y a otros no les hicieron caso, hasta que con la conquista de su patria y con su propia destrucción se dieron cuenta de su insensatez.
Todos los textos pertenecen a La Guerra de los judíos – Flavio Josefo, Libro VI, Biblioteca Clásica Gredos

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13.5.20

El transhumanismo, el hombre jugando a ser Dios

¿Jugando a ser Dios? Debate entre la Biblia y el transhumanismo
Para la corriente contraria a la ideología transhumanista, con los postulados de ésta se ha desviado la fe en Dios hacia el desarrollo científico y tecnológico. En tal sentido, sostienen que esta postura moderna, al procurar mejorar la capacidad del hombre con el uso de estas herramientas, alargando la vida del hombre o incluso procurando alcanzar la inmortalidad, juega a ser Dios.
Igualmente, sostiene este movimiento antitranshumanismo, que el H+ se soporta en una  antropología errónea de lo que ha sido y es el hombre
Con esa consideración sostienen que al conceptualizarse lo que es la persona, deben integrarse elementos como espíritu, consciencia, racionalidad e independencia.

Por lo que agregan que, ante la posibilidad errada de usurpar la concepción de lo que es Dios, se debe profundizar en las visiones teleológicas, metafísicas, personalista, psicológica, y sobre todo en lo que la tradición cristiana ha entendido por lo que es hombre y mujer.
El transhumanismo ha sido etiquetado como una cosmovisión atea. A pesar de ello, en la actualidad emerge una corriente tecnoreligiosa, que se apoya en el movimiento New Age o Nueva Era, y las nuevas tendencias gnósticas. Conforme a éstas hay una nueva forma de ser espiritual, por lo que se sustituye la visión cristiana de Dios y el ser humano por una visión posthumana.
He aquí una entrevista a Julian Baggini filosofo británico analizando esta tendencia que esta llevando a algunos a llagar a despreciar a la persona humana por considerarla una creación defectuosa, e impulsar las nuevas tecnologías hacia un perfeccionamiento de la raza humana por medios artificiales y que involucran su ser y sus emociones.
Los avances tecnológicos acelerados están generando cambios en lo que somos ¿Por qué algunos pensadores sostienen que vamos hacia un estado post humano del Ser? ¿Vamos a superar nuestras limitaciones biológicas con tecnología? Perder nuestra humanidad, ¿nos hará mejores o peores? Y de yapa: por qué somos “grandes misterios para nosotros mismos”



Julian Baggini es un reconocido filósofo británico, autor de varios libros y cofundador de The Philosophers. Fue premiado por su tesis doctoral en filosofía de la identidad personal
H+, ese es el símbolo que se utiliza para abreviar el "transhumanismo", una corriente cultural e intelectual que sostiene que debemos transformar la condición humana valiéndonos del desarrollo tecnológico y del avance de la ciencia.
Para ellos, la tecnología nos ofrece, cada vez más, las herramientas para superar las limitaciones humanas, tanto intelectuales como físicas y psicológicas. De allí su símbolo +: algo más que humanos, superiores a lo humano.
¿Puede el hombre creer que puede superar la capacidad divina de crear un mejor hombre? 
Al respecto veremos una entrevista al prestigioso filósofo inglés Julian Baggini, quien nos explica los fundamentos de este movimiento, propio de los tiempos que corren, pero totalmente alienado de la verdadera naturaleza del hombre.
—Nos gustaría que nos explique ¿qué es el transhumanismo?
—Esencialmente el transhumanismo tiene que ver con la idea de que los humanos estamos cambiando para transformarnos en otra cosa, básicamente en otra especie. Según esta idea, nos estaríamos convirtiendo en algo que aún no conocemos, en una evolución del Homo sapiens anatómicamente moderno; pero que, además, sería algo que no figura en las categorías biológicas que hoy manejamos.
—Según algunos transhumanistas podríamos convertirnos incluso en entes no orgánicos.
—Así es. Para algunos pensadores transhumanistas, estaríamos desarrollando nuevas formas del Ser, nuevas maneras del Ser. Podrían ir desde la inteligencia de las máquinas sumada a nuestra propia biología —para ampliar las capacidades intelectuales o mecánicas—; hasta transformaciones que nos conviertan en seres que habitan un mundo virtual. Esta última tiene que ver con la idea de la evolución hacia un mundo virtual tan completo que llegue al punto de permitir que podamos "descargarnos" en él —del mismo modo en que bajamos hoy un programa en nuestra computadora— y vivir allí, en ese universo virtual.
—¿Y Ud. qué piensa? ¿En qué vamos a convertirnos?

—No estoy muy seguro de esa respuesta. Tampoco siento que pueda autoclasificarme como un transhumanista. Yo creo que es un hecho que van a haber ciertos cambios en nosotros como especie, en nuestra naturaleza, en lo que somos hoy los humanos. La tecnología avanza tan rápido que seguramente impactará con cambios significativos. Pero ocurre que no estoy muy seguro de cuán lejos vamos a querer ir en estos cambios. Y en parte, porque yo tengo la idea de que no estaremos convencidos de embarcarnos en esas direcciones tan deshumanizantes, ni aunque tengamos las posibilidades técnicas para hacerlo.

Yuval Noah Harari, el historiador israelí, escribió dos best sellers de fama mundial: “Homo Sapiens” y “Homo Deus”. Este último es un libro transhumanista que lo convirtió en el pensador de cabecera del Mark Zuckerberg, creador de facebook.

—¿Decirle que no a la posibilidad de contar con ciertos "superpoderes" a cambio de preservar nuestra limitada humanidad?
—Sí, porque lo que ocurre es que ser un humano es algo muy complejo. Lo que más nos importa y nos gusta del hecho de ser humanos tiene que ver con una serie de cosas que, en definitiva, están vinculadas a nuestras limitaciones, a nuestra biología, al hecho de que seamos organismos biológicos. Por eso es que no estoy muy seguro de cuán lejos vamos a querer ir, y eso es algo que además es muy difícil de predecir.
—¿Cree que toda esta tecnología nos hace menos humanos?
—Sí, nos hace menos humanos. Pero ahora la pregunta es si esto es algo bueno o algo malo. Los transhumanistas tienen una actitud muy direccionada hacia esto. Muchos de ellos incluso parten de un disgusto, de una desvalorización de lo que somos los humanos. Nos pintan como violentos, como una especie un tanto estúpida que hace grandes desastres, masacres, genocidios y que está en un proceso de destrucción el planeta.
Entonces, si partimos de ahí, todos diríamos que conviene volvernos "menos humanos". Pero, volvernos menos humanos ¿nos hace mejores?. Si ser menos humanos significa realmente hacernos más pacíficos, más inteligentes, menos destructivos, entonces eso sería una buena idea. Pero ¿quién lo garantiza?
Ahora, la pregunta también es si el precio que pagaremos por eso no será demasiado alto. De hecho, hay mucha gente preocupada con ese asunto. En mi caso, no estoy seguro, yo tengo una postura agnóstica respecto de esto. Creo que la pregunta aún está abierta y que no sabemos hacia adónde vamos. Desde mi punto de vista, los transhumanistas se muestran demasiado confiados, creen saber qué es mejor para la Humanidad y hablan como si supieran cuál es el camino para llegar ahí.
Por mi parte, creo que todo lo que hagamos va a ser un gran experimento y que debemos ser muy conscientes de cada paso que demos.

—El tema es si somos conscientes de los pasos que vamos dando. 
¿Estamos eligiendo hacia dónde nos dirigimos?
—Estamos tratando de hacerlo. El problema es hasta qué punto tendremos éxito. En ese sentido no es algo nuevo: como Humanidad siempre hemos intentado controlar las riendas de nuestro destino. Pero hasta ahora hemos contado con pocas herramientas para lograrlo. Los experimentos que hemos hecho han sido bastante limitados y controlados. Pero si nos ponemos a jugar con tecnología que genera cambios dramáticos y radicales, ahí aumentan mucho las posibilidades de que algo termine muy mal. Por eso debemos ser precavidos. Pero atención, no digo que sea una razón para no hacerlo, porque podemos decidir tomar un determinado camino, pero debemos hacerlo con cuidado.

                        “Debilidades” humanas, como quebrarnos en llanto ante la emoción. Para Baggini: “Lo que más nos gusta del hecho de ser humanos tiene que ver con una serie de cosas que están vinculadas a nuestras limitaciones” (Angel Conde)
—Ud. sostiene que debemos vernos a nosotros mismos, a nuestro ser, como un proceso. No nacemos y morimos como un ente estático, sino que vamos cambiando y transformándonos a lo largo de nuestra vida. ¿Eso podría trasladarse también a nuestro devenir como especie?

—Exacto, una de las razones por las que no estoy completamente en desacuerdo con esta teoría de cambios, es porque veo que, muchas veces, la gente tiene la impresión errónea de que tanto la naturaleza del individuo como la naturaleza humana son estáticas. Pero no es así. Ambas son procesos en constante cambio.

La gente a veces tiende a creer lo contrario, pero lo cierto es que no tenemos algo así como una esencia inmutable, y "la humanidad" no es un concepto cerrado y estático.
Sí, es cierto, yo soy Julian, y el "Julian" que soy es algo consistente que atraviesa toda mi vida. Por eso tenemos la sensación de una cierta esencia, una apariencia del ser que siempre sería la misma. Sin embargo, cada uno de nosotros somos un proceso en constante cambio. Si prestamos atención a lo que es la construcción de la individualidad, pasamos por muchos cambios a lo largo de nuestra vida, atravesamos distintas etapas como la infancia, la adolescencia, la adultez, y estamos constantemente en un proceso de cambio. Por eso es que ser una persona (el entrevistado toma el verbo en inglés "being" (ser) que se conjuga como gerundio) es un verbo, es algo en movimiento porque estamos en proceso de cambio constante.
De la misma manera, pero más lento, la especie humana ha estado siempre cambiando. Eso ha pasado de forma muy lenta en el pasado, pero ha ocurrido. Y no ha venido solo dado por los cambios genéticos –que son muy lentos–. Los culturales no lo son. Si lo pensás, nosotros venimos de un cambio cultural muy profundo y rápido, de solo 100 años —en el que pasamos de tener una mayoría analfabeta a sociedades en las que casi todo el mundo sabe leer—.
Por eso, en principio, no hay razones para preocuparse porque vaya a haber transformaciones en el futuro. Siempre las hubo. La única preocupación que deberíamos tener es sobre la dirección que vamos a tomar y los riesgos de generar variaciones demasiado rápido.
—¿Piensa que es posible conocernos a nosotros mismos? Realmente conocernos…
—Esa es una muy buena pregunta. El autoconocimiento es algo muy interesante. Existe mucha evidencia psicológica, del último siglo, que ha probado que, de muchas maneras, somos un misterio para nosotros mismos. Hay mucho sobre nosotros que no conocemos, que no entendemos. Sin embargo, creo que es muy pesimista decir que no podemos autoconocernos.
Hay una gran diferencia entre alguien que se conoce mejor y alguien que se conoce menos.
La psicología ayuda mucho en esto. Por ejemplo, cuando leés un estudio sobre ciertos vicios del comportamiento —como la tendencia a creerle más a un hombre que a una mujer, aunque estén diciendo lo mismo— una vez que puedes advertir este comportamiento, es esperable que puedas mejorarlo y cambiarlo, por el solo hecho de haberlo hecho consciente.

Pero, al final del día, la realidad es que nadie puede llegar a conocerse totalmente. No somos transparentes para nosotros mismos, tal como la gente cree. Pero sí existe algo así como tener más o menos autoconocimiento y autoentendimiento. Creo que mucho del desarrollo moral y del crecimiento personal en la vida tienen que ver con el hecho de poder subir el nivel de autoconocimiento personal.

“Nadie puede llegar a conocerse totalmente. No somos transparentes para nosotros mismos. Pero el desarrollo moral y personal tienen que ver con elevar el nivel de autoconocimiento personal”, sostiene Baggini

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