¡Amén-Amén! - Concepción, Chile. - En un articulo que escribí hace unos años, citaba el hecho de que un científico de la Universidad de los Andes en Chile argumentaba que después de realizar sus estudios había llegado a la conclusión de que el origen de las tendencias homosexuales en el hombre no era producto de algo que tuviera su origen en una distinta combinación de los cromosomas de ese hombre genético, sino más bien tal inclinación o desviación, era producto de una deformación en la personalidad del individuo y que estaba sujeto en gran parte a la influencia del medio en el cual esa persona habíase desarrollado desde su niñez, y que tal como se había producido, en un 70% de los casos era posible de ser corregida, pero que el secreto para lograr éxito en dicha recuperación pasaba porque el individuo demostrara la voluntad de hacerlo. Tal argumento quiebra medio a medio los paradigmas levantados por el homosexualismo en la sociedad de hoy, en donde vemos diariamente reclamar espacios de igualdad y en donde el solo pretender levantar la voz en contra nos hace culpables de ser tildados de homofóbicos, término acuñado y sobreexplotado para minimizar los ataques o argumentos que pudieran levantarse en contra de dicha tendencia.
Pero para nosotros como hijos de Dios la cuestión es clara, Génesis nos dice en su primer capítulo “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” y no hay otra verdad. Si hubiera existido en su creación el menor vestigio de la intención de crear un tercer sexo nos lo habría dicho, por el contrario las primeras citas que nos hablan de esta tendencia como aberración en la vida de los hombres lo vemos en la destrucción de Sodoma y Gomorra donde son mostradas (de ahí el término sodomía) como las principales causales de su caída. La degradación y el desenfreno desatados en estas ciudades hacen a Dios tomar la determinación de borrarlas de la faz de la tierra.
Por ello nos parece incomprensible que hoy líderes de la iglesia mundial toleren dichas prácticas y es más las avalan permitiendo o justificando el nombramiento de algunos de ellos como pastores y obispos quienes deberían encargarse de guiar a otros al evangelio.
Dice el Salmo 14 “Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido, que buscara a Dios. Todos se desviaron, a una se han corrompido…” al parecer hoy día el mundo avanza en ese mismo sentido, la liberalidad que se pregona aún en las mismas convenciones “cristianas” dan pie para que muchos de los nuevos creyentes a veces no sepan a quien creer. Ya años atrás algunos teólogos liberales tales como Karl Barth habían defendido el existencialismo promoviendo la experiencia del hombre como válida, con la capacidad para dirimir cualquier situación. La soberbia del hombre le hace erigirse como juez de todo, cree poder suplantar los métodos de Dios por métodos humanos como fin de alcanzar la perfección, en donde el solo reunirse entre muchos consejeros les da derecho de sentirse “árbitros” de cualquier asunto, aún de los que van directamente en contra de las enseñanzas y tradiciones morales de la sociedad; para que hablar de la enseñanza bíblica, la cual es clara y tajante en cuanto a resolver los asuntos morales del hombre, en donde es Dios mismo, quien de acuerdo a la regla suprema de fe que es la Palabra, aconseja y dicta también las reglas que hemos de seguir.
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