Continuistas y cesacionistas juntos por el
evangelio
Para un número creciente de
cristianos “teológicamente despiertos”, las llamadas denominaciones tienden a
tender mantos de división entre las iglesias, es así como las de corriente pentecostal
o neo pentecostal, son sindicadas como iglesias de corriente “continuista” por
su afán de mantener la casi o toda la totalidad de los dones en funcionamiento,
o al menos eso creen, y las de corrientes
más conservadoras, que defienden la postura de que algunos de esos dones solo
correspondieron a la era apostólica y que
pasada la época ya no fueron necesarios por lo que “cesaron” se les ha denominado
cesacionistas. Y tal perecieran significar términos de división insalvables en
el mundo cristiano protestante y evangélico, y aun de reformados. De manera
resumida, reiteraremos que los continuistas creen
que todos los dones del Espíritu Santo mencionados en el Nuevo Testamento son
para todo el período comprendido entre el Pentecostés y la (segunda) venida del
Señor. Los cesacionistas
por su parte, entienden que algunos de esos dones, sobre todo los que en el
primer siglo, estuvieron especialmente relacionados solo con la era apostólica,
y ya “cesaron” –o sea, fueron retirados
por el Señor– debido a que ya no hay apóstoles , a partir de la muerte del
apóstol Juan.
Ambas posturas pueden parecer
divergentes y hasta heréticas para uno u otro bando. Por ello el propósito del
presente artículo es para, en vez de resaltar las innegables diferencias que
hay entre continuistas y cesacionistas, subrayar el sorprendente grado de
consenso que existe entre aquellos si es que están verdaderamente centrados
en el evangelio.
1. Todos creemos en la
autoridad de la Biblia
Para todos los verdaderos
creyentes y para todas las verdaderas iglesias, la Biblia es la autoridad
suprema; ella siempre tiene la última palabra. “¡A la ley y al testimonio! Si
no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Is.
8:20). Los bereanos “eran más nobles…, pues recibieron la palabra con toda
solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran
así” (Hch. 17:11). ¡Hasta las palabras del apóstol Pablo fueron
sometidas a la prueba de las Escrituras!
Aunque en la práctica es posible encontrar
iglesias que dicen ser continuista o cesacionista y que no se someten
completamente a la autoridad de la Biblia, debemos decir que, en realidad, ninguna
de las dos posturas llega a ser totalmente incompatible con un real sometimiento
a su autoridad. Aunque debiéramos creer que lo correcto es que todos los buenos
continuistas y cesacionistas de hecho afirmaran y demostraran su compromiso con
la autoridad de la Biblia.
2. Todos creemos en la
suficiencia de la Biblia
La suficiencia de la Biblia
significa que la Biblia sola es suficiente para revelar la verdad acerca de
Dios y acerca del ser humano, para revelar todo lo que el ser humano necesita
saber para poder ser salvo, y para revelar todo lo necesario para que las
personas salvas puedan vivir sus vidas para la gloria de Dios. Para todo eso no
hace falta ninguna otra fuente de revelación; la Biblia sola es (más que)
suficiente.
3. Todos creemos en la
soberanía de Dios
La soberanía de Dios significa
que Dios, como Rey sobre todas las cosas, como el que está sobre el trono del
universo, reina y gobierna sobre todos los seres, sobre todas las cosas y sobre
todo lo que pasa, y que no hay nada que esté fuera de su control absoluto.
A veces los cesacionistas acusan
a los continuistas de no creer en la soberanía de Dios por insistir en que Dios
siempre tiene que actuar de la misma manera. Y a veces los continuistas acusan
a los cesacionistas de no creer en la soberanía de Dios por descartar la
posibilidad de “palabras de Dios directas” hoy. Puede haber algo de verdad en
ambas acusaciones, pero, insisto, no hay ninguna incompatibilidad necesaria
entre ninguna de las dos posturas y la soberanía de Dios.
4. Todos creemos en un Dios
que hace milagros
Existe una especie de “leyenda
negra” por ahí de que los cesacionistas son los que no creen en milagros. Pero,
curiosamente, ¡aún no he conocido a ningún cesacionista que crea en un Dios que
no puede hacer milagros!
Claro, depende cómo se define el
término “milagro”. La concepción de un bebé parece un milagro, ¿verdad? Y
hablamos de haber sido salvados de un accidente “por milagro”. Y, como
creyentes, sabemos que el mayor milagro de todos es el milagro de la salvación
de un pecador. Pero, técnicamente, un milagro es un acontecimiento
sobrenatural. En ese sentido, la concepción de un bebé (normal) no es un
milagro, pero la de nuestro Señor Jesucristo sí que lo fue.
Ahora, en cuanto al tema que nos
ocupa, no creo que nadie esté cuestionando el poder de Dios para hacer milagros
hoy, sino más bien si los quiere hacer o no, hasta qué punto los hace y hasta
qué punto son milagros todos los que se dice que lo son. Es un error
diferenciar entre continuistas y cesacionistas como los que creen en milagros y
los que no.
5. Todos creemos en un Dios
que sana
Es probable que haya más
continuistas que cesacionistas que creen en la continuación hoy de “dones de
sanidades” (1 Co. 12:9), pero creo que aquí también hay un importante
consenso entre los hermanos de ambas posturas: (1) Quien sana es Dios; (2) Él
puede sanar con o sin medios naturales; (3) Dios puede sanar con o sin la
imposición de manos, la unción con aceite, etc.; (4) Dios contesta nuestras
oraciones por las personas enfermas: a veces sanándolas, otras veces de otra
manera; y: (5) La sanidad más importante es la sanidad espiritual; o sea, ¡la
salvación!
6. Todos creemos en el
Espíritu Santo
Otra “leyenda negra” es que
durante muchos siglos el Espíritu Santo fue la persona olvidada de la Santa
Trinidad; que el Espíritu Santo fue “recuperado” a principios del siglo 20; y
que, hablando en general, los continuistas le dan más importancia al Espíritu
Santo que los cesacionistas.
Sobre este punto diré lo
siguiente: (1) Es muy probable que a lo largo de los veinte siglos del
cristianismo muchos creyentes y muchas iglesias no le hayan dado al Espíritu
Santo la atención y la importancia que se merece; (2) Por otra parte, ha habido
grandes teólogos y pensadores cesacionistas que han hablado y escrito muchísimo
sobre el Espíritu Santo; para dar solo dos ejemplos: el reformador Juan Calvino
era conocido como “el teólogo del Espíritu Santo”, y “el príncipe de los
puritanos”, John Owen, escribió más de mil páginas sobre el Espíritu Santo; y:
(3) La teología del Espíritu Santo es mucho más amplia que solamente el
bautismo en el Espíritu Santo y los dones del Espíritu Santo, y muchos
creyentes e iglesias parecen tener una idea bastante pobre del maravilloso
Espíritu Santo.
A pesar de las diferencias de
interpretación de la Biblia entre continuistas y cesacionistas –y sin pretender
quitarle importancia a esas diferencias– tanto los unos como los otros creen en
el Espíritu Santo.
7. Todos creemos en la
necesidad del Espíritu Santo
El Espíritu Santo es Creador,
junto con el Padre y el Hijo. El Espíritu Santo es el que regenera a los
espiritualmente muertos. El Espíritu Santo es el que santifica, guía, capacita y
llena a los creyentes. El Espíritu Santo es el que vivifica los huesos secos.
¡Nadie puede ser salvo sin el Espíritu Santo! ¡Ningún creyente puede crecer
espiritualmente sin el Espíritu Santo! ¡Ninguna iglesia puede funcionar –o
existir– sin el Espíritu Santo! Y una de las mayores necesidades hoy, tanto
dentro como fuera de la Iglesia, es precisamente un gran derramamiento del
Espíritu Santo. Esto lo firmarían por igual todo continuistas o cesacionistas
que crea las palabras de la Biblia.
8. Todos creemos en los dones
del Espíritu Santo
Es evidente que existen
diferencias entre continuistas y cesacionistas sobre el tema de los dones del
Espíritu Santo. Creo que la principal diferencia tiene que ver con el propósito
de Dios para algunos de los dones: si él los dio solo para la era apostólica o
para todo el tiempo hasta la venida del Señor. Y no tiene que ver tanto con el
carácter sobrenatural de algunos de los dones, sino más bien con los dones de
revelación, como la profecía, el don de lenguas con interpretación y otras
“palabras del Señor” más o menos directas.
Pero aun los continuistas no
están diciendo que todo lo que se presenta como “palabra del Señor” lo es; hay
que ejercer el don del discernimiento, juzgar cada manifestación a la luz de la
Biblia y separar lo bueno de lo malo.
9. Todos creemos en el orden
en la iglesia
Creo que todos los que amamos la
Palabra de Dios y el evangelio lamentamos todas las manifestaciones que se
están dando de una casi total falta de orden en algunas iglesias y lugares.
Creemos en el dicho de Pablo de hacer todo “decentemente y con orden” (1
Co. 14:40). El caos no honra al Dios de orden. Pero no sería justo –sería
una caricatura– equiparar la postura “continuista” con el desorden. No tiene
por qué ser así. Había una serie de desórdenes en Corinto, pero el remedio que
propuso el apóstol Pablo no era el desuso de ninguno de los dones, sino el uso
correcto de todos ellos.
En esto también hay un consenso
entre continuistas y cesacionistas: creemos en el orden. Creemos que no es
suficiente tener la postura correcta: la práctica también tiene que ser bíblica
y correcta.
Conclusión
Nos ha tocado vivir un tiempo desafiante.
Y si, están pasando cosas preocupantes, hasta poco bíblicas y que no honran al
Señor. Pero, debemos confiar, que en medio de las vicisitudes, el Señor está
obrando, la Iglesia está volviéndose a Dios y se está claramente reformando, el
evangelio de Cristo se está predicando a pesar de la pandemia y lo que es más
maravilloso, se está extendiendo a una preciosa comunión y colaboración entre
iglesias y creyentes igualmente comprometidos con el Señor, con su Palabra y
con el evangelio.
Sin duda, Satanás intentará
dividirnos. ¿Cómo? Pues, aprovechándose de nuestras diferencias secundarias
para sembrar malentendidos, caricaturas, ofensas y divisiones. ¡No será la
primera vez! ¿Qué debemos hacer?
(1) Ser humildes;
(2) Considerar a nuestros
hermanos mejores que nosotros mismos;
(3) Comprometernos a orar más los
unos por los otros;
(4) Ayudarnos los unos a los
otros a crecer en nuestro conocimiento de la Palabra y exhortarnos los unos a
los otros a traducir ese conocimiento en un carácter verdaderamente cristiano;
(5) Saber mantener lo principal
como lo principal y lo secundario como lo secundario;
(6) Aprovechar las percepciones
de otros hermanos para corregir nuestros propios desequilibrios (¡que todos los
tenemos!)
(7) Hacer un pacto entre
nosotros, sobre la base del verdadero evangelio de Cristo, para seguir luchando
juntos por el evangelio.
Andrés Birch
1 comentario:
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