Antes bien creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A El sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad"

2°PEDRO 3:18

19.4.09

“Antes bien creced en la gracia…” (2° Pedro 3:18) LOS TIEMPOS DE DIOS

¿Que quiere decir el apóstol al desafiarnos a procurar antes que ninguna otra cosa que debamos “crecer en la gracia y el conocimiento”, enfatizando además la persona en la cual debemos procurar dicho crecimiento, nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Pero; ¿Que es esta gracia que menciona el apóstol y que tiene de importante para que procuremos crecer en ella?

Sabido es que en el antiguo pacto de Dios con la nación de Israel, la ley fue dada para que por ella el pueblo escogido tuviera acceso a las promesas y bendiciones que Dios había contraído con Abraham, Isaac y Jacob con respecto a su pueblo y si bien el deseo de Dios mismo siempre ha sido el de acercarse al hombre, era el mismo estado de caída en que el hombre se encontraba el que impedía al Creador acercarse a su creación.

¿Significaba entonces esto, que Dios en su magnificencia y poder era incapaz de romper la barrera que existía entre El y el hombre?, de ninguna manera, de hecho Dios siempre encontró la fórmula por la cual logró comunicar a los hombres su voluntad. Desde Abraham mismo, hasta el último de los profetas del antiguo pacto, Dios mantuvo los canales de comunicación que necesitó sin tener que violar ninguna de las inmutables leyes que el mismo había determinado bajo su soberana voluntad.

La razón de dicha formula siempre fue la misma, los tiempos de Dios, tiempos que en nada se asemejan a la forma en que nosotros como hombres finitos medimos el nuestro. Los tiempos de Dios van más bien definidos por acciones divinas y de las cuales el plan de salvación y restauración del hombre forman parte, no podemos nosotros como seres creados y finitos dimensionar el alcance de los planes de Dios, sino solo en lo que respecta a nuestra salvación y en el cual El se ha permitido revelarnos la verdad suficiente para alcanzar de Su gracia. Nosotros quienes formamos parte de su plan inmutable medimos el cumplimiento de estos hechos por unidades de medida conocidas y manejadas por el común de los mortales, y Dios en su bondad infinita nos los revela a nuestra comprensión de acuerdo a esas medidas, pero es claro que El no está sujeto a ellas, es decir Dios no cumple años ni está sujeto a nuestro derrotero por la vida, El está por sobre el tiempo del hombre, El simplemente ES. Es así como este afán de comunión de Dios para con el hombre desde tiempos inmemoriales siempre fue con el objeto de comunicar su plan para la salvación del hombre.

Pero esta salvación de la condenación que había sobrevenido al mundo por el pecado de Adán, no podía venir al hombre natural ya que desde su nacimiento este había sido concebido en pecado; por lo que Dios en su Gracia maravillosa y eterna de antemano había ideado un plan que permitiría al hombre de todas las eras, reconciliarse con El. Este regalo inmerecido, que no surgió de un acuerdo de paz entre las partes, sino de lo profundo del corazón del Padre, solo podía ser cumplido por Dios mismo; es así como le vimos hacerse carne en Jesucristo y venir a la tierra a pagar la cuenta del pecado que la muerte exigía a fin de liberarnos de esta y lograr hacernos suyos para siempre.

Fruto de ello es que el pecado ahora no tiene ningún poder para condenarnos, porque ya fue derrotado en la cruz por Jesucristo, pensar lo contrario sería despreciar el valor de dicho sacrificio, el cual para que sea hecho carne en nosotros es necesario aceptar voluntariamente y creer que es suficiente para pagar toda la cuenta pendiente que teníamos con el pecado. Por lo que ya no somos esclavos del pecado, sino libres para Cristo y aceptos delante de Dios.

Por ello la Biblia habla en Efesios 2:10 de que “somos hechura suya, nacidos del Espíritu”, pero ya no para andar en las cosas de la carne sino para vivir para Aquel que nos amó con amor eterno cuando aún estábamos muertos en delitos y pecados. Ese grande amor que Dios demostró al salvarnos ha sido completo y más que suficiente para entregarnos salvación, un amor casi incomprensible para la mente humana porque se hizo efectivo aún estando nosotros muertos en el pecado. Nadie ama a quien le aborrece, a quien le niega y le insulta y abofetea vez tras vez. Solo Dios podía en su gracia amarnos como El nos amó, solo El podía cumplir el requisito de venir a la tierra, hacerse hombre, bajar al sepulcro y vencer a la muerte y al pecado en sus propios dominios, para luego levantarse triunfante resucitando al tercer día y abrirnos entrada al cielo.

Esa es la gracia a la cual también Pablo nos desafía, nos dice que cuando más reinó el pecado en el mundo sobreabundó la gracia, haciendo mención de la obra salvadora que Dios obró por nosotros en la persona de Jesucristo, Pedro sabía de la importancia de esta en la madurez espiritual del hijo de Dios razón por la cual enfatiza en nosotros esta necesidad. Es por la gracia que somos considerados entre los santos y por ella tenemos libre entrada al reino, es por la gracia que podemos vivir una vida consagrada a ese reino como real sacerdocio y por esa misma gracia es que nos convertimos en portadores del mensaje vital que es anunciar la virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Pedro 2:9).

LVogt-Feb2009

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