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30.7.20
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29.6.20
El islam en la historia y la profecía
Raíces religiosas del conflicto en el Oriente Medio
El Islam, religión que cuenta con
más de mil millones de adeptos y fuerza impulsora del conflicto en el Oriente
Medio, es un misterio para muchos. ¿Cómo surgió esta religión que ahora
registra un enorme auge? ¿Cómo influirá en los acontecimientos proféticos del
tiempo del fin? ¿Y cuál será el destino de sus seguidores? Al acercarse el fin
de la era y al acelerarse los acontecimientos profetizados, ¡es necesario que
conozcamos la verdad sobre el islam!
En la ribera occidental del
Jordán se reúnen manifestantes musulmanes repitiendo: Allah Akbar, que
significa en árabe “Alá es el más grande” y piden a gritos la destrucción de la
nación judía. En el monte del Templo en Jerusalén, lugar que es objeto de
reverencia para musulmanes y judíos, los fieles que vienen a adorar peligran su
vida víctimas del conflicto palestino-israelí. En el nombre del islam,
militantes como fue Osama bin Laden traman atentados terroristas contra la vida y propiedad de quienes no son
musulmanes.
Salaam es la palabra árabe que
significa “paz”. De salaam se deriva islam, el nombre de una religión que dice
provenir de Abraham y que cuenta con más de mil millones de seguidores en el
mundo. Sin embargo, dados los hechos de los últimos años en el Oriente Medio,
el islam se asocia en la mente de muchos no con la paz, sino con la violencia.
Aun así, el islam, la religión musulmana, sigue ganando adeptos en muchos
países de tradición cristiana.
El crecimiento de esta religión
es un fenómeno mundial. Entre más de siete mil millones de habitantes en el
mundo, unos mil millones son partidarios del Islam. ¿Cuál será el destino de
estas personas? Si son piadosas, ¿irán después de la muerte a un paraíso
celestial como lo enseñan sus doctrinas? ¿Arderán eterna- mente en un infierno
en llamas, como es el pensar de muchos que no son musulmanes? ¿O bien, tendrá
Dios otro destino reservado para ellos? Esta religión, nacida en los desiertos
de Arabia y difundida en los más lejanos rincones de la Tierra, ¿cumplirá algún
papel dentro de los hechos profetizados para el tiempo del fin?
Raíces árabes
Mahoma nació en la ciudad árabe
de la Meca en el año 570 DC. Perdió a su madre a los seis años de edad y se crio
con su tío, un próspero comerciante. Con él viajó a Siria por primera vez a la
edad de doce años. Antes de cumplir los
veinte, Mahoma había visitado Damasco, Jerusalén, Alepo y otras ciudades de la
región. A los 25 ya estaba casado con una viuda adinerada llamada Kadiya, 15
años mayor que él. Mientras el comercio de la Meca estaba dominado por los
judíos ricos, la vida religiosa giraba en torno a un templo politeísta, la Kaaba,
en el cual había una piedra negra, que, según la tradición local, Abraham había
recibido de manos del ángel Gabriel. En la tribu Qurays, a la cual pertenecía
Mahoma, unos se recopilaron en el libro que hoy se llama el Corán. Los
musulmanes consideran que este libro es la palabra infalible de Dios.
En la tribu Qurays, a la cual pertenecía
Mahoma, unos creían que Adán y Eva habían construido la Kaaba, mientras
que otros lo atribuían a Abraham e Ismael. Por sus contactos con
mercaderes judíos, Ma- homa pudo entender que el culto politeísta en la Kaaba
sería inaceptable para Adán y Eva, lo mismo que para Abraham e Ismael. Luego de
pasar seis meses en el monte Hira meditando en una cueva, Mahoma anunció en el
año 610 DC que había recibido una revelación divina por intermedio del ángel
Gabriel. Poco después comenzó a proclamar una nueva religión llamada Islam, que
en árabe significa “sumisión”. Pero Mahoma debió afrontar la hostilidad de los
idólatras de la Meca y de su propia tribu.
En el año 622 huyó con sus
seguidores a Yatrib, la conquistó y a partir de entonces se denominó Medina, o
sea ciudad del profeta. Allí Mahoma se preparó para conquistar La Meca. En el
año 630 entró en esa ciudad junto con una gran cantidad de seguidores y la
dominó. Durante todo ese tiempo Mahoma difundió su doctrina, una serie de
revelaciones especiales que decía haber recibido del ángel Gabriel. Luego de su
muerte en el año 632, esas revelaciones se recopilaron en el libro que hoy se
llama el Corán. Los musulmanes consideran que este libro es la palabra
infalible de Dios.
El islam se divide en varias
ramas. Las dos más destacadas son la sunita y la chiita, que se distanciaron
poco después de la muerte del fundador, a raíz de una disputa sobre el
liderazgo. Las dos coinciden, sin embargo, en defender los cinco preceptos
esenciales del Islam; a saber: la oración,
la limosna, el ayuno, la peregrinación a la Meca y la declaración de fe
musulmana: “No hay Dios más que Alá y Mahoma es su profeta”.
Los musulmanes no beben alcohol.
Tienen sus propias normas sobre las carnes limpias y no limpias. No comen carne
de cerdo ni de animales carnívoros. Tampoco carne sacrificada a los ídolos. Sin
embargo, la ley islámica considera limpios varios alimentos que la Biblia
proscribe, como el camello. Los musulmanes guardan lo que ellos llaman “un día
de reposo”, pero el suyo no es el día que indica la Biblia, sino el viernes.
La mayor parte de los musulmanes
pertenecen a la corriente sunita, que toma como fuente orientadora del islam
las palabras del Corán, suplementadas por los hádices, o dichos de Mahoma, y la
saria, o ley islámica. En cambio, la escuela chiita mira también hacia la
persona del Imán como cabeza espiritual de la fe. Con el correr de los años,
sunitas y chiitas han desarrollado métodos de práctica y jurisprudencia
islámica ligeramente distintos. Con todo, sus diferencias son menores que las
divergencias entre católicos y protestantes; y estas dos tradiciones musulmanas
no se consideran como sectas diferentes.
Sin embargo, la historia reciente
nos señala que los altercados entre estos grupos pueden ser feroces. Pese a
tales choques intrarreligiosos, las Sagradas Escrituras hablan de una
confederación árabe musulmana en el futuro. El Salmo 83 señala cómo los
adversarios de Israel alcanzarán al menos cierto grado de unidad en un futuro
no muy lejano. En los versículos 3 a 8 del Salmo se citan por sus nombres
antiguos los pueblos que se juntarán en una confederación contra Israel, las
naciones árabes y musulmanas del Oriente Medio, apoyadas por elementos
simpatizantes de Europa; ¡confederación que pretenderá borrar a Israel de la
faz de la Tierra!
Desde hace tiempo en el Oriente
Medio hay quienes claman por un frente unido contra Israel. “Los musulmanes se
están uniendo contra Israel”, expresó un alto funcionario de Hamás, grupo
radical musulmán que está gobernando en Palestina. “Nuestro pueblo no se dará
por vencido ante la agresión israelí”, había declarado en una entrevista el
extinto fundador de Hamás, el jeque Ahmed Yasín. El triunfo electoral de este
grupo extremista como autoridad palestina y el nuevo presidente de Irán se
inscriben en esta línea de pensamiento.
Influencia de judíos y
cristianos
La Meca y Medina en tiempos de
Mahoma eran ciudades cosmopolitas frecuentadas por mercaderes de distintas culturas
y de lugares diversos. Viajando con su familiar comerciante, Mahoma tuvo
contacto con judíos y con personas que
se decían cristianas. Estos encuentros fueron importantes en el
desarrollo del islam.
Mahoma enseñó que el islamismo fue
la religión de Abraham y que los judíos practicaban una forma corrupta de la
religión verdadera. En un principio enseñaba que se debía orar mirando hacia
Jerusalén, pero después que los judíos rechazaron su mensaje, Mahoma cambió la
dirección para que oraran mirando hacia la Meca.
Muchos relatos del Corán son similares
a los de la Biblia, pero con diferencias importantes. La mayoría de los judíos
y cristianos recuerdan que Dios le pidió a Abraham el sacrificio de su hijo
Isaac (ver Génesis 22), pero lo detuvo en el último instante cuando Abraham
demostró su obediencia. En el Corán se encuentra el mismo relato, pero en una
versión diferente (Sura 37:90-122). Los musulmanes creen que el joven ofrecido
como sacrificio no fue Isaac sino Ismael.
Para entender esta variación y
otras similares, debemos recordar que los árabes en tiempos de Mahoma entendían
que ellos y los judíos eran pueblos semitas emparentados, ambos descendientes
de Abraham. Los judíos descienden de Abraham por medio de Isaac, hijo de Sara;
y los árabes por medio de Ismael, hijo de Agar. Las Sagradas Escrituras
explican la relación entre estos dos hermanos: “En cuanto a Ismael, también te
he oído; he aquí que le bendeciré, y le haré fructificar y multiplicar mucho en
gran manera; doce príncipes engendrarán, y haré de él una gran nación. Mas yo
estableceré mi pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el
año que viene” (Génesis 17:20-21).
Dios hizo su pacto por medio de
los descendientes de Isaac, si bien bendijo también a Ismael. La Biblia
describe el temperamento de Ismael, y su parte dentro de un conflicto
sostenido, de esta manera: “Él será hombre fiero; su mano será contra todos, y
la mano de todos contra él, y delante de todos sus hermanos habitará” (Génesis
16:12). Los descendientes de Isaac e Ismael son hermanos, pero desde el
principio estos pueblos han protagonizado una amarga rivalidad.
Los pueblos del Libro
El Corán llama a los judíos y
cristianos “gente del Libro”, es decir, pueblos a los que Dios les dio sus
Sagradas Escrituras. Esta designación viene acompañada de cierto respeto. Por
ejemplo, el Corán dice: “No discutas con la gente del Libro sino de la mejor
manera” (Sura 29:46). Pero al mismo tiempo asevera que los judíos: “Targiversaron
las palabras” [de la Torá] (Sura 5:13) del libro que Dios les dio, conocido
como el Antiguo Testamento.
En contraste con lo anterior, el
apóstol Pablo escribió: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para
enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo
3:16). Cuando Pablo escribió estas palabras, las “Escrituras” eran el Antiguo
Testamento, los libros que citaba Jesucristo en sus enseñanzas. Sabemos que la
Escritura no puede ser quebrantada (ver Juan 10:35). Por lo tanto, rechazar el
Antiguo Testamento como lo hacen los musulmanes, es rechazar a Jesucristo.
Para el siglo séptimo, muchos que
se consideraban a sí mismos cristianos, se habían alejado de las enseñanzas de
Jesucristo y los apóstoles. Mahoma conoció a muchos que decían creer en una
trinidad y a otros que veneraban a la madre de Jesús, María, como: “la madre de
Dios”. El Corán ataca estas doctrinas de un modo curioso, al proclamar un
estricto monoteísmo rechaza el concepto de que María sea miembro de la trinidad
(Sura 5:114-116). Esto es extraño ¡porque ni siquiera las denominaciones
cristianas que veneran a María, como la “madre de Dios”, la han incluido dentro
de la trinidad!
Si el Corán fuera un libro de
inspiración divina, ¿atacaría acaso una convicción que nunca existió? Es de
sospechar, más bien, que estos pasajes reflejan el rechazo humano de Mahoma a las
devociones marianas excesivas, que se habían infiltrado en la cristiandad y que
él conoció en sus encuentros con mercaderes que pasaban por aquella ciudad
cosmopolita donde creció.
Los musulmanes veneran a Jesús como
un gran profeta, pero no consideran que sea Dios. Mahoma enseñó que Jesús no
fue crucificado sino transportado al Cielo y que apareció un sustituto para
morir en su lugar (Sura 4:156-157). Esta enseñanza tiene un gran parecido con
ciertas enseñanzas gnósticas que Mahoma también conoció en sus viajes. El Corán
afirma que Cristo nació de una virgen, pero al hacerlo parece confundir las
identidades de Miriam, hermana de Moisés, y de María, madre de Jesús. En la
Sura 19:26-27 señala a la madre de Cristo como la “hermana de Aarón”, expresión
que en el resto del Corán se refiere a Miriam. En respuesta, los musulmanes
dicen que “hermana de Aarón” es un término genérico que significa “mujer
virtuosa”, pero esa expresión no se usa con ese sentido en ningún otro pasaje
del Corán.
Para reconciliar tantas
contradicciones, los musulmanes enseñan que alguna vez existió un relato
evangélico llamado el Injil, el cual corroboraba las versiones musulmanas de la
vida de Jesús. Aseguran que este Injil se perdió o se suprimió. El argumento es
difícil de defender a la luz de la arqueología bíblica, pues se han encontrado
manuscritos de los Evangelios más antiguos, fechados pocos decenios después de
la vida de Jesús, que desmienten las enseñanzas del islamismo. En cuanto al hipotético Injil, jamás se ha hecho algún
hallazgo.
La yihad y el más allá
En tiempos de Jesucristo, los
judíos tenían diferentes ideas respecto del más allá. Por ejemplo, los saduceos
entendían que el hombre simplemente deja de existir cuando muere. Pero aun en tiempos
de Jesús, muchos judíos ya habían recibido influencias helenistas y orientales,
y con ellas el concepto del alma inmortal. Creían que las almas siguen viviendo
en forma incorpórea después de la muerte, ya sea en un cielo lleno de placeres,
en la penumbra del seol o en un infierno en llamas.
Para el siglo séptimo, Mahoma estaba
rodeado de gente que enseñaba la doctrina del alma inmortal. Fue esta doctrina,
y no la doctrina bíblica correcta, la que se abrió paso dentro del islamismo.
Según el Corán, después de la muerte el alma de los justos disfrutará para
siempre de todo aquello que desee (Sura 21:98- 101). El alma: “Estará en una vida satisfactoria. En un jardín elevado
cuyos frutos estarán próximos” (Sura 69:20-22).
En cambio, el alma de los malos
será lanzada a un infierno de llamas eternas donde su tormento no cesará jamás:
“Es cierto que los que hayan hecho el mal serán inmortales en el castigo de
Yahannam [tormento eterno]. No se les aliviará ni tendrán allí esperanza” (Sura
43:74-75). Más aún: “A los que se hayan negado a creer en nuestros signos
[revelaciones], los arrojaremos a un fuego, y cada vez que les queme la piel,
se la cambiaremos por otra, para que prueben el castigo” (Sura 4:55). Nota: Las
citas del Corán fueron tomadas de la traducción de Abdel Ghani Melara Navio.
La teología islámica también
comprende el concepto de yihad, o lucha, y enseña que quienes tengan éxito en
la yihad, y la vida entreguen a ella, recibirán los premios más excelsos que el
Cielo ofrece. En la mayoría de las circunstancias, se entiende por yihad la
lucha por llevar una vida de rectitud. Un buen sinónimo sería “superación”.
Pero en el contexto de la guerra, yihad encierra implicaciones sombrías. Los
musulmanes han llegado a creer que, si mueren en el campo de batalla
difundiendo el islamismo, se aseguran una salvación gloriosa. Muchos musulmanes
denuncian esta interpretación militarista de la yihad, pero aun así sigue siendo
una fuerza poderosa en el mundo islámico; un instrumento aprovechado por los
dirigentes para explotar las pasiones nacionalistas de sus pueblos.
Los musulmanes reconocen que ellos
solos no van a crear un mundo de rectitud y justicia. En especial, dentro de la
tradición chiita del islam, se espera a un justo o Mahdí, quien vendrá al final
de los tiempos. Hay quienes piensan que ese Mahdí será Jesucristo. La mayoría
piensa que Jesús descenderá del Cielo después del Mahdí, para juzgar a las
naciones y poner fin a las enseñanzas falsas.
¡Sí! ¡Los musulmanes esperan el
regreso de Jesús! Pero el Jesús que ellos esperan no es el verdadero Jesucristo
de la Biblia. Un Cristo falso que aparezca poco antes del regreso del
Jesucristo verdadero, podría valerse de las profecías islámicas para influir en
los musulmanes, y ganarse a centenares de millones de adeptos (ver Mateo
24:4-5).
¿Qué les traerá el futuro a
los musulmanes?
En una época en la cual muchos
que se declaran cristianos han abandonado los principios y prácticas enseñadas
por Jesucristo, quizá parezca que los musulmanes devotos son más piadosos, en
muchos aspectos de su conducta, que muchos que se dicen cristianos. La oración,
el ayuno y la caridad son partes integrales de la vida musulmana. Los
musulmanes piadosos buscan fervorosamente superar su naturaleza de pecado.
Sin embargo, por muchas que sean
sus “buenas obras”, los musulmanes se hallan en un dilema. Los verdaderos
cristianos que aceptan el sacrificio de Jesucristo y dejan que viva su vida en
ellos (Gálatas 2:20), pueden producir buenas obras entregándose a su Salvador
viviente. Sin Cristo, los musulmanes luchan en vano contra las tendencias de la
carne. Pero cuando Jesucristo regrese, quienes hoy son musulmanes, tendrán su
oportunidad de aceptar como Salvador al verdadero Jesucristo.
¿Cuál es el pacto que hizo
Dios con el mundo árabe?
Lo leemos claramente en el libro
de Génesis capitulo16, allí Sara es estéril, la cual lleva a su criada Agar a
Abraham y Sara misma consiente en tener un hijo de Agar. Cuando Agar concibe.
Sara se vuelve celosa y pide a su esposo Abraham la eche de su casa, entonces
Agar se va a vagar errante por el desierto del Neguev. Allí esperando un hijo,
un ángel se le apareció y le habló diciéndole, que Dios haría de su hijo Ismael
una gran nación. El ángel le pidió que regresara con su ama y le obedeciera .
En Genesis 17 el pequeño Ismael ya tiene trece años y Dios hace un pacto con
Abraham y le promete un hijo a Sara, pero Dios también escucha el clamor de
Abraham por su hijo Ismael y Dios le promete que haría de Ismael un gran pueblo,
que lo multiplicaría en gran manera y que sería el padre de doce príncipes y de
una gran nación.
En Genesis 21 nace Isaac, cuyo
nombre significa “risa”, ya que Ismael se rio del niño por lo cual de nuevo
Agar es echada al desierto, donde nuevamente Dios le recordó el pacto que le
había hecho antes (Gen 21:17-21)
En Genesis 25 encontramos a Isaac
e Ismael juntos enterrando a su padre Abraham. Aquí Ismael ya es el padre de doce
hijos, al igual que Jacob que tuvo 12 hijos. Ismael es también el padre de una
hija la que se casó con Esaú (Gen 36:3) y así se puso el fundamento del pueblo
árabe como lo conocemos hoy. Dios está hoy recordando su promesa a Ismael.
Estamos comenzando a ver algunas señales de eso al acercarse los días del
regreso de Jesucristo Al mirar a Arabia Saudita, la cual era una tierra
desolada y estéril, y a la vez está justo detrás de nosotros en una riqueza
inimaginable. ¿Quién puso allí todo ese petróleo? Miles de barriles están en
esa tierra. Fue Dios quien los colocó allí y es parte de la bendición de Dios
en su pacto con Ismael.
Pero: ¿Se odiarán para siempre
estos primos y lucharán siempre el uno contra el otro? ¿Durará para siempre el
hecho de que el mundo occidental este en medio intentando lograr la paz?
Zacarias alza la voz y profetiza:
acerca del glorioso reino futuro de nuestro Salvador, Israel estará en él y
será parte de él, (Zac 12:14). Viene un tiempo en que el Señor Jehová, el
Mesías, se aparecerá a la nación de Israel. Ellos regresarán a su tierra cuando
Cristo aparezca. Después se cumplirá “y luego todo Israel será salvo
“ Romanos 11:26
Pero, hay otros que también serán
salvos, Isaías cap 19:20-21
“Y será por señal y por testimonio a Jehová
de los ejércitos en la tierra de Egipto; porque clamarán a Jehová a causa de
sus opresores, y él les enviará salvador y príncipe que los libre. Y Jehová
será conocido de Egipto, y los de Egipto conocerán a Jehová en aquel día, y
harán sacrificio y oblación; y harán votos a Jehová, y los cumplirán. Y herirá
Jehová a Egipto; herirá y sanará, y se convertirán a Jehová, y les será
clemente y los sanará. En aquel tiempo habrá una calzada de Egipto a Asiria, y
asirios entrarán en Egipto, y egipcios en Asiria; y los egipcios servirán con
los asirios a Jehová”.
Que gloriosa profecía, Cristo
incluirá en su reino también a los hijos de Ismael, el mundo árabe. Pues
también Dios tiene un propósito y un diseño para ellos.
Jesucristo ciertamente va a
regresar, pero no como esperan los musulmanes, sino como “Rey de reyes y Señor
de señores” (Apocalipsis 19:16). Entonces, los musulmanes verán que los ideales
y principios que trataron de mantener se cumplen a la perfección, no por las leyes
islámicas ideadas por hombres, sino por la ley dada por Dios en su Palabra en
la persona de Jesucristo.
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aporte de TgovSiul en 20:34 0 comentarios
28.6.20
Un salmo en la epidemia: la confianza triunfa sobre el miedo
El Salmo 91 ha infundido aliento y paz a millones de creyentes en el fuego de la prueba. Su mensaje es muy relevante a nuestra situación actual de epidemia.
“El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: «Esperanza mía y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré.»
El Salmo 91, también llamado el “Himno triunfal de la confianza”, es una joya. Ha infundido aliento y paz a millones de creyentes en el fuego de la prueba. Según algunos comentaristas fue escrito en medio de una epidemia de peste (2 Samuel 24:13). Podrían ser circunstancias similares a las que estamos viviendo hoy. Su mensaje, por tanto, es muy relevante a nuestra situación actual de epidemia.
Vivimos días de ansiedad e incertidumbre. El mundo entero está con miedo. De pronto hemos tomado conciencia de la fragilidad de la vida. ¿Qué pasará mañana? La fortaleza en la que el hombre contemporáneo se creía seguro se ha tornado debilidad, hay grietas en la roca y nos sentimos vulnerables. La gente busca un mensaje de serenidad y tranquilidad. ¿Dónde encontrarlo?
El mensaje del salmo 91 se resume en una frase: la confianza triunfa sobre el miedo. El salmista nos presenta tres frases clave que resumen el “trayecto” dese la ansiedad-miedo hasta la confianza:
· “Mi Dios”: lo que Dios es para mí
· “Él te librará”: lo que Dios hace por mí
· “Confiaré”: mi respuesta
1. “Mi Dios”: el carácter de Dios
El salmo empieza con una deslumbrante descripción del carácter de Dios. Hasta cuatro nombres distintos se mencionan en los dos versículos iniciales para explicar quién y cómo es Dios. ¡Formidable pórtico de entrada a la confianza! Para el salmista, Dios es el Altísimo, el Todopoderoso, el Señor (Yahweh) y el Dios Sublime.
La conciencia de la grandeza de Dios es el cimiento de nuestra confianza. Podríamos parafrasear el refrán y afirmar “dime cómo es tu Dios y te diré cómo es tu confianza”. En la hora del temor el primer paso es alzar los ojos al cielo, mirar a Dios y contemplar su grandeza y su soberanía. Al hacerlo, el salmista experimenta que Dios es su Abrigo, su Sombra, su Esperanza y su Castillo. El retrato de Dios en “cuatro dimensiones” conlleva una bendición cuádruple. Conocer cómo es Dios realmente es un paso imprescindible en el trayecto hacia la confianza.
Notemos, sin embargo que el salmista se refiere a Él como MI Dios. Esta pequeña palabra “mi” nos abre una perspectiva singular y cambia muchas cosas: el Dios del salmista es un Dios personal, cercano, que Interviene en su vida y se preocupa por sus temores y necesidades. Estamos ante uno de los rasgos más distintivos de la fe cristiana: Dios no es sólo el Todopoderoso, el creador del Universo, sino también el Padre íntimo, el Abba (“papá”) que me ama y me guarda (Gal. 4:6). Éste es nuestro gran privilegio: Dios nos trata como un padre a su hijo porque en Cristo somos hechos hijos adoptivos de Dios. El salmista describe esta vivencia con una preciosa metáfora:
“Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro” (v. 4)
2. “Él te librará”: la providencia de Dios
“Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora, escudo y protección es su verdad. No temerás…ni a la pestilencia que ande en la oscuridad, ni a mortandad que en medio del día destruya…. No te sobrevendrá mal ni plaga tocará tu morada” (v. 3-6,10).
Llegamos al corazón del salmo: la protección de Dios en la práctica. La conciencia de la grandeza de Dios ha de ir acompañada de la conciencia de la providencia de Dios. Estamos ante un punto crucial, decisivo en la experiencia de fe. Si lo entendemos bien, será una fuente insuperable de paz y serenidad, pero si lo malinterpretamos podemos caer en errores y extremismos, o sentirnos frustrados con Dios.
La manipulación del diablo. Es muy significativo que el diablo tentó a Jesús (Mt. 4: 6, Lc.4) con una doble cita de este salmo: “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden… En las manos te llevarán para que tu pie no tropiece en piedra.” (v.11-12). Usar mal las promesas de la protección divina es una tentación vigente hoy. ¡Cuidado con la súper espiritualidad y la súper fe! Puede ser una forma de tentar a Dios como nos enseña la contundente respuesta de Jesús a Satanás: “No tentarás al Señor tu Dios” (Mt. 4:7). Confiar en Dios no nos exime de actuar de forma responsable y sabia.
Dicho esto, no podemos minimizar la potente acción protectora de Dios sobre los que en Él confían:
«Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; lo pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. Me invocará y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia, lo libraré y lo glorificaré” (v. 14-15).
¿Una póliza a todo riesgo? “La palabra clave es “librar”. ¿Qué significa “Dios te librará”? La misma expresión se aplica a José -“Dios le libró de todas sus tribulaciones” (Hc. 7:10), y sin embargo el patriarca tuvo que pasar por muchos valles de sombra y de muerte. Dios no le evitó la prueba, pero le rescató de ella. Como dijo Spurgeon, “es imposible que ningún mal acontezca a los que son amados por Dios”. La fe no garantiza la ausencia de la prueba, pero sí la victoria sobre la prueba. El apóstol Pablo desarrolla esta idea de forma majestuosa en el cántico de Romanos 8:28-39: “en todas estas cosas (pruebas) somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó, Cristo”.
Así pues, la fe en Cristo no es una vacuna contra todo mal, sino una garantía de total seguridad, la seguridad de que “si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? (Rom. 8:31). Este salmo no es una promesa de completa inmunidad, sino una declaración de plena confianza. Confianza en la protección de Dios expresada de tres maneras.
La triple “C” de la protección de Dios. En toda situación de prueba,
· Dios conoce
· Dios controla
· Dios cuida (de mí)
En la vida de los hijos de Dios nada ocurre sin su conocimiento y su consentimiento. El azar no existe en la vida del creyente. La providencia majestuosa del Dios personal resplandece en los momentos más oscuros: “Caerán a tu lado mil y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegarán”. Nada sucede si Él no lo permite, como vemos tan vívidamente en la experiencia de Job. Esta promesa viene ratificada por el Señor Jesús mismo:
“¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos” (Mateo 6:15-16, Lucas 12:6-7).
3. Mi respuesta: “Confiaré”
Después de contemplar el carácter de Dios -lo que Él es para mí- y su providencia -lo que Él hace en mi vida - el salmista exclama con firmeza: “Mi Dios en quien confiaré”.
Es una secuencia lógica. La confianza es la respuesta a unas evidencias. El salmista ha conocido a Dios de forma personal, íntima -“por cuanto ha conocido mi nombre” (v. 14). Tal conocimiento le lleva a enamorarse de Él -“en mí ha puesto su amor” (v.14) y se establece una relación estrecha. Ahí tenemos, por cierto, el meollo de la fe cristiana: es la confianza que nace de una relación de amor, la certeza de que el amado no me va a fallar porque “Él (Dios) es fiel”.
Nuestra vida no está a merced de un virus, sino en manos del Dios todopoderoso. Ahí radica la certidumbre de nuestra fe y el cimiento de la confianza que vence todo temor. No hay lugar para el triunfalismo, pero ciertamente hay triunfo. Es el triunfo que Cristo nos aseguró con su victoria sobre el mal y el maligno en la Cruz. Es el mismo Cristo cuyas últimas palabras fueron:
“Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20)
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Mente y corazón - Un salmo en la epidemia: la confianza triunfa sobre el miedo
aporte de TgovSiul en 19:51 0 comentarios
Los extraños acontecimientos de la destrucción de Jerusalén en el año 70
La situación de Jerusalén empeoraba cada día, pues los rebeldes se excitaban aún más a causa de las desgracias, y el hambre hacía presa también en ellos después de haberlo hecho en el pueblo. El número de cadáveres que se amontonaban a lo largo de la ciudad presentaba una horrible visión y desprendía un olor pestilente que impedía las incursiones de los combatientes. Pues, en efecto, era preciso que ellos, que avanzaban por un campo de batalla lleno de innumerables muertos, pisotearan sus cuerpos. Sin embargo, pasaban por encima de ellos sin miedo, sin compadecerse y sin tener como un mal augurio para sí mismos el ultraje hecho a los muertos. Con sus manos llenas de sangre de compatriotas salían a luchar contra gente extranjera y, según me parece, echaban en cara a Dios su lentitud en castigar a sus enemigos, pues ahora la guerra no cobraba fuerza por la expectativa de una victoria, sino por la desesperación de salvarse. Por su parte los romanos levantaron los terraplenes en veintiún días. Talaron todo el territorio que rodea la ciudad en una extensión de noventa estadios. La visión de esta zona era digna de lástima, ya que los terrenos que antes estaban embellecidos con árboles y jardines se hallaban ahora abandonados y sin vegetación en ningún sitio. Ningún extranjero que hubiera visto la Judea de antaño y los hermosísimos arrabales de la ciudad, al contemplar entonces su desolación, podría estar sin lamentarse y sin llorar por el cambio tan grande que en ella se había producido. La guerra había acabado con todas las señales de la belleza de antes y, si uno de los que conocía el lugar regresara de pronto, no lo reconocería, sino que buscaría la ciudad, a pesar de estar al lado de ella.
Cayó un gran número de los que en la ciudad estaban siendo víctimas del hambre; las desgracias que pasaron son indescriptibles. En efecto, en cada casa, si aparecía aunque fuera una sombra de comida, surgía una lucha y los que tanto se querían llegaban a las manos y se quitaban unos a otros las míseras provisiones que tenían para vivir. Ni siquiera se fiaban de que los muertos no tuvieran ningún alimento, sino que los bandidos registraban incluso a los que estaban falleciendo, por si alguno fingía que se moría, mientras se guardaba algo de comida entre los plieges de su ropa. Estos individuos, con la boca abierta por el hambre, igual que perros rabiosos, iban dando tumbos de un sitio para otro. Cuando pasaban por delante, se daban contra las puertas, como borrachos, y, al no poder hacer otra cosa, entraban dos o tres veces en las mismas casas en una hora.
La necesidad les hacía llevar de todo a sus dientes; recogían y se conformaban con comer lo que ni siquiera se daba a los más inmundos y mostrencos animales. Al final no se abstuvieron ni de cinturones ni de sandalias, sino que arrancaron la piel de sus escudos y la masticaron. Algunos también llegaron a comer pequeñas porciones de heno viejo y ciertos individuos vendían una mínima cantidad de estas migajas por cuatro dracmas áticos. ¿Qué necesidad hay de hablar de la desvergüenza del hambre que lleva a comer productos no comestibles?
La necesidad les hacía llevar de todo a sus dientes; recogían y se conformaban con comer lo que ni siquiera se daba a los más inmundos y mostrencos animales. Al final no se abstuvieron ni de cinturones ni de sandalias, sino que arrancaron la piel de sus escudos y la masticaron. Algunos también llegaron a comer pequeñas porciones de heno viejo y ciertos individuos vendían una mínima cantidad de estas migajas por cuatro dracmas áticos. ¿Qué necesidad hay de hablar de la desvergüenza del hambre que lleva a comer productos no comestibles?
Una mujer de las que habitaban al otro lado del Jordán, llamada María, hija de Eleazar, de la aldea de Betezuba, ilustre por nacimiento y por sus riquezas, se refugió en Jerusalén con el resto de la población y allí sufrió el asedio. Los rebeldes quitaron a esta mujer los bienes que ella había traído desde la Perea y había introducido en la ciudad, y los esbirros de aquéllos, en sus incursiones diarias, le arrebataron el resto de los objetos preciados que le quedaban y algo de alimento que se había procurado. Una tremenda indignación se apoderó de la pobre mujer, y con insultos y maldiciones provocaba muchas veces contra sí misma a los ladrones. Pero como ninguno de ellos ni por cólera ni por piedad la mataba, y ella estaba cansada de buscar algo de comer para los demás y era imposible hallarlo ya en ningún sitio, y como el hambre se iba adueñando de sus vísceras y de su médula y su furor ardía más que el hambre, entonces tomó por consejera a la ira, además de a la necesidad, y cometió un acto contrario a la naturaleza. Cogió a su hijo, que aún era un niño de pecho, y dijo: «Desgraciada criatura, ¿para qué te mantengo vivo en medio de la guerra, del hambre y de la sedición? Si vivimos para entonces, los romanos nos esclavizarán, pero el hambre llega antes que la esclavitud y los rebeldes son peor que lo uno y lo otro. Vamos, sé tú mi alimento, un espíritu vengador para los sediciosos y una leyenda para la humanidad, la única que faltaba entre las desgracias judías». Mientras decía esto mató a su hijo, luego lo asó, se comió la mitad y el resto lo guardó escondido.
Mientras ardía el Templo, tuvo lugar por parte de los romanos el saqueo de todo lo que se encontraban y una incontable matanza de todo aquel con quien se topaban, pues no hubo compasión por la edad ni respeto por la dignidad, sino que fueron degollados, sin distinción, niños, ancianos, laicos y sacerdotes. La guerra arrastraba a todo tipo de gente, tanto a los que suplicaban como a los que luchaban. Las llamas, que se extendían con intensidad, producían un fragor que se unía con los gemidos de los que caían.
Los soldados llegaron al pórtico que quedaba del Templo exterior. En el se habían refugiado mujeres, niños y una masa de seis mil personas de todo tipo de gente del pueblo. Antes de que César tomase alguna decisión sobre ellos o diese alguna orden a sus oficiales al respecto, los soldados, arrastrados por su furor, hicieron arder el pórtico por debajo. De esta forma sucedió que perecieron tanto los judíos que se arrojaron para librarse de las llamas, como los que ardieron en ellas. No se salvó ninguno de ellos. El culpable de su destrucción fue un falso profeta que aquel día había proclamado públicamente a la gente de la ciudad que Dios les mandaba subir al Templo para recibir allí las señales de su salvación.
En aquel momento muchos profetas habían sido sobornados por parte de los rebeldes para que instaran al pueblo a esperar la ayuda de Dios, pues así serían menos las deserciones y aumentarían las esperanzas de individuos que habían superado ya el miedo y las precauciones. Porque, en efecto, un hombre enseguida se deja convencer en las adversidades. Cuando un falso profeta le promete el final de sus desdichas, entonces el que las sufre se entrega todo él a la esperanza.
En aquel momento muchos profetas habían sido sobornados por parte de los rebeldes para que instaran al pueblo a esperar la ayuda de Dios, pues así serían menos las deserciones y aumentarían las esperanzas de individuos que habían superado ya el miedo y las precauciones. Porque, en efecto, un hombre enseguida se deja convencer en las adversidades. Cuando un falso profeta le promete el final de sus desdichas, entonces el que las sufre se entrega todo él a la esperanza.
En aquel entonces engañaron al pueblo personajes embusteros y que falsamente te decían hablar en nombre de Dios. No prestaron atención ni creyeron en las señales evidentes que anunciaban la futura destrucción, sino que no entendían las advertencias de Dios, como si hubiera caído un rayo sobre ellos y carecieran de ojos y de espíritu. Fue entonces cuando sobre la ciudad apareció un astro, muy parecido a una espada, y un cometa que permaneció allí durante un año. Esto también había tenido lugar antes de la revuelta y de que se iniciaran las actividades bélicas, cuando, reunido el pueblo para la fiesta de los Ácimos, el día ocho del mes de Jántico, en la hora nona de la noche brilló durante media hora una luz en el altar y en el Templo con tanta intensidad que parecía un día claro. Para los no entendidos esto era una buena señal, mientras que los escribas sagrados lo interpretaron de acuerdo con los acontecimientos inmediatamente posteriores.
Por otra parte, en la misma fiesta, una vaca, que era llevada al sacrificio, parió un cordero en medio del Templo. A la sexta hora de la noche se abrió ella sola la puerta oriental del Templo exterior, que era de bronce y tan pesada que por la tarde a duras penas podían cerrarla veinte hombres. De nuevo a los ignorantes esta señal les pareció muy favorable, pues para ellos era Dios el que les había abierto la puerta de los bienes. Sin embargo, los entendidos pensaron que la seguridad del Templo se había venido abajo por sí misma y que la puerta se abría como un regalo para los enemigos, y así entre ellos interpretaron la señal como un indicio evidente de destrucción.
Después de la fiesta, no muchos días más tarde, el veintiuno del mes de Artemisio, se vio una aparición sobrenatural mayor de lo que se podría creer. Creo que lo que voy a narrar parecería una fábula, si no lo contaran los que lo han visto con sus ojos y no estuvieran en consonancia con estas señales las desgracias que acaecieron después. Antes de la puesta de sol se vieron por los aires de todo el país carros y escuadrones de soldados armados que corrían por las nubes y rodeaban las ciudades. Además, en la fiesta llamada de Pentecostés los sacerdotes entraron por la noche en el Templo interior, como tienen por costumbre para celebrar el culto, y dijeron haber sentido en primer lugar una sacudida y un ruido, y luego la voz de una muchedumbre que decía: «Marchémonos de aquí».
Pero más terrible aún que esto fue lo siguiente: un tal Jesús, hijo de Ananías, un campesino de clase humilde, cuatro años antes de la guerra, cuando la ciudad se hallaba en una paz y prosperidad importante, vino a la fiesta, en la que todos acostumbran a levantar tiendas en honor de Dios, y de pronto se puso a gritar en el Templo: «Voz de Oriente, voz de Occidente, voz de los cuatro vientos, voz que va contra Jerusalén y contra el Templo, voz contra los recién casados y contra las recién casadas, voz contra todo el pueblo». Iba por todas las calles vociferando estas palabras de día y de noche. Algunos ciudadanos notables se irritaron ante estos malos augurios, apresaron a Jesús y le dieron en castigo muchos golpes. Pero él, sin decir nada en su propio favor y sin hacer ninguna petición en privado a los que le atormentaban, seguía dando los mismos gritos que antes. Las autoridades judías, al pensar que la actuación de este hombre tenía un origen sobrenatural, lo que realmente así era, lo condujeron ante el gobernador romano. Allí, despellejado a latigazos hasta los huesos, no hizo ninguna súplica ni lloró, sino que a cada golpe respondía con la voz más luctuosa que podía: «¡Ay de ti Jerusalén!». Cuando Albino, que era el gobernador, le preguntó quién era, de dónde venía y por qué gritaba aquellas palabras, el individuo no dio ningún tipo de respuesta, sino que no dejó de emitir su lamento sobre la ciudad, hasta que Albino juzgó que estaba loco y lo dejó libre. Antes de llegar el momento de la guerra Jesús no se acercó a ninguno de los ciudadanos ni se le vio hablar con nadie, sino que cada día, como si practicara una oración, emitía su queja: «¡Ay de ti Jerusalén!». No maldecía a los que le golpeaban diariamente ni bendecía a los que le daban de comer: a todos les daba en respuesta el funesto presagio. Gritaba en especial durante las fiestas. Después de repetir esto durante siete años y cinco meses, no perdió su voz ni se cansó. Finalmente, cuando la ciudad fue sitiada, vio el cumplimiento de su augurio y cesó en sus lamentos. Pues, cuando se hallaba haciendo un recorrido por la muralla, gritó con una voz penetrante: «¡Ay de ti, de nuevo, ciudad, pueblo y Templo!». Y para acabar añadió: «¡Ay también de mí!», en el momento en que una piedra, lanzada por una balista, le golpeó y al punto lo mató. Así entregó su alma, mientras aún emitía aquellos presagios.
Si uno reflexiona sobre estos hechos, se dará cuenta de que Dios se preocupa de los hombres y de que él anuncia a su raza de todas las formas posibles los medios de salvación, y que, sin embargo, ellos perecen por su demencia y por la elección personal de sus propias desgracias.
Si uno reflexiona sobre estos hechos, se dará cuenta de que Dios se preocupa de los hombres y de que él anuncia a su raza de todas las formas posibles los medios de salvación, y que, sin embargo, ellos perecen por su demencia y por la elección personal de sus propias desgracias.
Algunos de los signos los interpretaron a su gusto y a otros no les hicieron caso, hasta que con la conquista de su patria y con su propia destrucción se dieron cuenta de su insensatez.
Todos los textos pertenecen a La Guerra de los judíos – Flavio Josefo, Libro VI, Biblioteca Clásica Gredos
aporte de TgovSiul en 19:34 0 comentarios
13.5.20
El transhumanismo, el hombre jugando a ser Dios
¿Jugando a ser Dios? Debate entre la Biblia y el
transhumanismo
Para la corriente contraria a la ideología
transhumanista, con los postulados de ésta se ha desviado la fe en Dios hacia
el desarrollo científico y tecnológico. En tal sentido, sostienen que esta
postura moderna, al procurar mejorar la capacidad del hombre con el uso de
estas herramientas, alargando la vida del hombre o incluso procurando alcanzar
la inmortalidad, juega a ser Dios.
Igualmente, sostiene este movimiento antitranshumanismo,
que el H+ se soporta en una antropología errónea de lo que ha sido y es
el hombre.
Con esa consideración sostienen que al conceptualizarse lo que
es la persona, deben integrarse elementos como espíritu, consciencia,
racionalidad e independencia.
Por lo que agregan que, ante la posibilidad errada de
usurpar la concepción de lo que es Dios, se debe profundizar en las visiones
teleológicas, metafísicas, personalista, psicológica, y sobre todo en lo que la
tradición cristiana ha entendido por lo que es hombre y mujer.
El transhumanismo ha
sido etiquetado como una cosmovisión atea. A pesar de ello, en la actualidad
emerge una corriente tecnoreligiosa, que se apoya en el movimiento New
Age o Nueva Era, y las nuevas tendencias gnósticas. Conforme a éstas hay
una nueva forma de ser espiritual, por lo que se sustituye la visión cristiana
de Dios y el ser humano por una visión posthumana.
He aquí una entrevista a Julian Baggini filosofo
británico analizando esta tendencia que esta llevando a algunos a llagar a
despreciar a la persona humana por considerarla una creación defectuosa, e
impulsar las nuevas tecnologías hacia un perfeccionamiento de la raza humana
por medios artificiales y que involucran su ser y sus emociones.
Los avances tecnológicos acelerados están generando
cambios en lo que somos ¿Por qué algunos pensadores sostienen que vamos hacia
un estado post humano del Ser? ¿Vamos a superar nuestras limitaciones
biológicas con tecnología? Perder nuestra humanidad, ¿nos hará mejores o
peores? Y de yapa: por qué somos “grandes misterios para nosotros mismos”
Julian Baggini es un reconocido filósofo británico, autor de varios libros y cofundador de The Philosophers. Fue premiado por su tesis doctoral en filosofía de la identidad personal |
H+, ese es el símbolo que se utiliza
para abreviar el "transhumanismo", una corriente cultural e
intelectual que sostiene que debemos transformar la condición humana
valiéndonos del desarrollo tecnológico y del avance de la ciencia.
Para ellos, la tecnología nos ofrece, cada vez más, las
herramientas para superar las limitaciones humanas, tanto intelectuales como
físicas y psicológicas. De allí su símbolo +: algo más que humanos, superiores
a lo humano.
¿Puede el hombre creer que puede superar la capacidad
divina de crear un mejor hombre?
Al respecto veremos una entrevista al prestigioso
filósofo inglés Julian Baggini, quien nos explica los fundamentos de este
movimiento, propio de los tiempos que corren, pero totalmente alienado de la
verdadera naturaleza del hombre.
—Nos gustaría que nos explique ¿qué es el transhumanismo?
—Esencialmente el transhumanismo tiene que ver con la
idea de que los humanos estamos cambiando para transformarnos en otra cosa,
básicamente en otra especie. Según esta idea, nos estaríamos convirtiendo en
algo que aún no conocemos, en una evolución del Homo sapiens anatómicamente
moderno; pero que, además, sería algo que no figura en las categorías
biológicas que hoy manejamos.
—Según algunos transhumanistas podríamos convertirnos
incluso en entes no orgánicos.
—Así es. Para algunos pensadores
transhumanistas, estaríamos desarrollando nuevas formas del Ser, nuevas
maneras del Ser. Podrían ir desde la inteligencia de las máquinas sumada a
nuestra propia biología —para ampliar las capacidades intelectuales o mecánicas—;
hasta transformaciones que nos conviertan en seres que habitan un mundo
virtual. Esta última tiene que ver con la idea de la evolución hacia un
mundo virtual tan completo que llegue al punto de permitir que podamos
"descargarnos" en él —del mismo modo en que bajamos hoy un programa
en nuestra computadora— y vivir allí, en ese universo virtual.
—¿Y Ud. qué piensa? ¿En qué vamos a convertirnos?
—No estoy muy seguro de esa respuesta. Tampoco siento que
pueda autoclasificarme como un transhumanista. Yo creo que es un hecho que
van a haber ciertos cambios en nosotros como especie, en nuestra naturaleza, en
lo que somos hoy los humanos. La tecnología avanza tan rápido que seguramente
impactará con cambios significativos. Pero ocurre que no estoy muy seguro de
cuán lejos vamos a querer ir en estos cambios. Y en parte, porque yo tengo la
idea de que no estaremos convencidos de embarcarnos en esas direcciones tan
deshumanizantes, ni aunque tengamos las posibilidades técnicas para hacerlo.
Yuval Noah Harari, el historiador israelí, escribió dos best sellers de fama mundial: “Homo Sapiens” y “Homo Deus”. Este último es un libro transhumanista que lo convirtió en el pensador de cabecera del Mark Zuckerberg, creador de facebook.
—¿Decirle que no a la posibilidad de contar con
ciertos "superpoderes" a cambio de preservar nuestra limitada
humanidad?
—Sí, porque lo que ocurre es que ser un humano es
algo muy complejo. Lo que más nos importa y nos gusta del hecho
de ser humanos tiene que ver con una serie de cosas que, en definitiva,
están vinculadas a nuestras limitaciones, a nuestra biología, al
hecho de que seamos organismos biológicos. Por eso es que no estoy muy seguro
de cuán lejos vamos a querer ir, y eso es algo que además es muy difícil de
predecir.
—¿Cree que toda esta tecnología nos hace menos
humanos?
—Sí, nos hace menos humanos. Pero ahora la pregunta es si
esto es algo bueno o algo malo. Los transhumanistas tienen una actitud muy
direccionada hacia esto. Muchos de ellos incluso parten de un disgusto, de una
desvalorización de lo que somos los humanos. Nos pintan como violentos, como
una especie un tanto estúpida que hace grandes desastres, masacres, genocidios
y que está en un proceso de destrucción el planeta.
Entonces, si partimos de ahí, todos diríamos que conviene
volvernos "menos humanos". Pero, volvernos menos humanos ¿nos
hace mejores?. Si ser menos humanos significa realmente hacernos más pacíficos,
más inteligentes, menos destructivos, entonces eso sería una buena idea. Pero
¿quién lo garantiza?
Ahora, la pregunta también es si el precio que
pagaremos por eso no será demasiado alto. De hecho, hay mucha gente preocupada
con ese asunto. En mi caso, no estoy seguro, yo tengo una postura agnóstica
respecto de esto. Creo que la pregunta aún está abierta y que no sabemos hacia
adónde vamos. Desde mi punto de vista, los transhumanistas se muestran
demasiado confiados, creen saber qué es mejor para la Humanidad y hablan como
si supieran cuál es el camino para llegar ahí.
Por mi parte, creo que todo lo que hagamos va a ser
un gran experimento y que debemos ser muy conscientes de cada paso que
demos.
—El tema es si somos conscientes de los pasos que
vamos dando.
¿Estamos eligiendo hacia dónde nos dirigimos?
—Estamos tratando de hacerlo. El problema es hasta qué
punto tendremos éxito. En ese sentido no es algo nuevo: como Humanidad siempre
hemos intentado controlar las riendas de nuestro destino. Pero hasta ahora
hemos contado con pocas herramientas para lograrlo. Los experimentos que hemos
hecho han sido bastante limitados y controlados. Pero si nos ponemos a jugar
con tecnología que genera cambios dramáticos y radicales, ahí aumentan mucho
las posibilidades de que algo termine muy mal. Por eso debemos ser precavidos.
Pero atención, no digo que sea una razón para no hacerlo, porque podemos
decidir tomar un determinado camino, pero debemos hacerlo con cuidado.
—Ud. sostiene que debemos vernos a nosotros mismos, a
nuestro ser, como un proceso. No nacemos y morimos como un ente estático, sino
que vamos cambiando y transformándonos a lo largo de nuestra vida. ¿Eso podría
trasladarse también a nuestro devenir como especie?
—Exacto, una de las razones por las que no estoy
completamente en desacuerdo con esta teoría de cambios, es porque veo que,
muchas veces, la gente tiene la impresión errónea de que tanto la naturaleza
del individuo como la naturaleza humana son estáticas. Pero no es así. Ambas
son procesos en constante cambio.
La gente a veces tiende a creer lo contrario, pero lo
cierto es que no tenemos algo así como una esencia inmutable, y "la
humanidad" no es un concepto cerrado y estático.
Sí, es cierto, yo soy Julian, y el "Julian" que
soy es algo consistente que atraviesa toda mi vida. Por eso tenemos la
sensación de una cierta esencia, una apariencia del ser que siempre sería
la misma. Sin embargo, cada uno de nosotros somos un proceso en constante
cambio. Si prestamos atención a lo que es la construcción de la individualidad,
pasamos por muchos cambios a lo largo de nuestra vida, atravesamos distintas
etapas como la infancia, la adolescencia, la adultez, y estamos constantemente
en un proceso de cambio. Por eso es que ser una persona (el entrevistado toma
el verbo en inglés "being" (ser) que se conjuga como gerundio) es un
verbo, es algo en movimiento porque estamos en proceso de cambio constante.
De la misma manera, pero más lento, la especie humana ha
estado siempre cambiando. Eso ha pasado de forma muy lenta en el pasado, pero
ha ocurrido. Y no ha venido solo dado por los cambios genéticos –que son muy
lentos–. Los culturales no lo son. Si lo pensás, nosotros venimos de un cambio
cultural muy profundo y rápido, de solo 100 años —en el que pasamos de tener
una mayoría analfabeta a sociedades en las que casi todo el mundo sabe leer—.
Por eso, en principio, no hay razones para preocuparse
porque vaya a haber transformaciones en el futuro. Siempre las hubo. La
única preocupación que deberíamos tener es sobre la dirección que vamos a tomar
y los riesgos de generar variaciones demasiado rápido.
—¿Piensa que es posible conocernos a nosotros mismos?
Realmente conocernos…
—Esa es una muy buena pregunta. El autoconocimiento es
algo muy interesante. Existe mucha evidencia psicológica, del último siglo, que
ha probado que, de muchas maneras, somos un misterio para nosotros mismos.
Hay mucho sobre nosotros que no conocemos, que no entendemos. Sin embargo, creo
que es muy pesimista decir que no podemos autoconocernos.
Hay una gran diferencia entre alguien que se conoce mejor
y alguien que se conoce menos.
La psicología ayuda mucho en esto. Por ejemplo, cuando
leés un estudio sobre ciertos vicios del comportamiento —como la tendencia a
creerle más a un hombre que a una mujer, aunque estén diciendo lo mismo— una
vez que puedes advertir este comportamiento, es esperable que puedas mejorarlo
y cambiarlo, por el solo hecho de haberlo hecho consciente.
Pero, al final del día, la realidad es que nadie
puede llegar a conocerse totalmente. No somos transparentes para nosotros
mismos, tal como la gente cree. Pero sí existe algo así como tener más o menos
autoconocimiento y autoentendimiento. Creo que mucho del desarrollo moral
y del crecimiento personal en la vida tienen que ver con el hecho de poder
subir el nivel de autoconocimiento personal.
aporte de TgovSiul en 11:46 0 comentarios
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